Una buena opción para esta época es recopilar las distintas sugerencias escritas en estos atisbos a lo largo del año para hacerles seguimiento. Es nuestra Carta al Niño Dios. Podremos cerciorarnos entonces si al despertar, el año entrante -que no va a ser fácil por la tendencia recesiva de la economía global- hay la voluntad de darles respuesta.
La lista por supuesto es larga y variada. Comienza por creer en una Colombia exportadora, que produce con calidad para exportar. Esto significaría cambiar la participación de un moderado 27.4% del comercio internacional en el Producto Interno Bruto. Se trata de superar debilidades de políticas estructurales, como insiste la OCDE, como lo es el déficit en cuenta corriente.
Acelerar la visión exportadora implica multiplicar los esfuerzos de gobiernos anteriores. No se puede escudar en una tasa de cambio del peso frente al dólar que le es favorable en este momento. Hay un potencial cantado para explotar en la agroindustria y en el emprendimiento colombiano (según el ranking mundial de CircleLoop).
De la mano de este propósito está el deseo de ser más previsibles. Qué tal llegar a ver un mantenimiento racional de los bienes públicos o activos, una noción que no se nos da, parafraseando un artículo de Luis Rubio en América Economía. En términos de la administración, nos dedicamos mucho más al mantenimiento correctivo que al predictivo o preventivo, dejando que las partes caigan en deterioro.
Un marco de política pública para el mantenimiento de la infraestructura física, que cobije cierta obligatoriedad hacia su preservación en el tiempo, es una mínima sugerencia para acompañar los denominados planes especiales de manejo y protección.
Otra de las mayores aspiraciones es la posibilidad de dar continuidad a los proyectos en curso o en trámite con necesidad evidente y estudios suficientes, sin tropiezo. Esto incluye, por ejemplo, ver andar la Primera Fase del Metro de Bogotá en forma expedita, sin volver a pasar las hojas sobre un nuevo diseño -con consecuencias en costos- por querer incluir un tramo subterráneo que puede plantearse para la Segunda Fase. Una crónica anunciada que puede tener un buen final.
El don de la virtud de la anticipación sería otro buen regalo. En este se incluye la ampliación de la infraestructura del aeropuerto El Dorado, antes que los sobrevuelos o retrasos se vuelvan un sello de su servicio. Tres iniciativas en este aspecto están en camino: el proyecto de “Campo de Vuelo El Dorado”, que prevé la ampliación y mejoramiento de pistas y calles del rodaje; el proyecto “El Dorado Max”, en estudio, que se entrelaza con la idea de ampliar la Calle 63 en doble calzada y aprovecharla como segunda entrada al aeropuerto y la extensión de la conexión con el Puente Aéreo. Varias son Alianzas Público-Privadas que esperamos no sean detenidas.
Un último interés, por el momento, está en buscar recuperar el valor de la enseñanza de la historia y el aprecio por el patrimonio y los bienes de interés cultural. En este ítem, se mencionó hacia finales del año, la importancia de atender el Plan Especial de Manejo y Protección del Cementerio Central de Bogotá, siendo la necrópolis más antigua del país, todo un remanso de nuestra historia. La fachada es un comienzo.
Pediría muchas cosas más, que seguramente se extenderán hasta la festividad de los Reyes Magos. De por medio están muchos deportes que brillaron y necesitan apoyo y acciones de política que quisiéramos ver diferentes. Por ahora, lo más importante, es ¡el deseo para todos de una Feliz Navidad!
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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