Un hombre con lepra se le acercó un día a Jesús y le dijo: “si quieres, puedes limpiarme”. Jesús le contestó: “quiero, queda limpio”. El hombre quedó curado de su enfermedad. Pasaje bíblico que permite hacerse la pregunta acerca de lo que Dios quiere. ¿Qué quiere Dios? Bien sea siempre o ahora en este tiempo calamitoso que vivimos. No es tan fácil responder a esta pregunta, pero con base en la Palabra de Dios, en la enseñanza y en la vida de Jesús podemos aventurar algunas intuiciones.
Como se ve en la curación de Jesús al leproso, y en otros muchos pasajes de encuentros de enfermos con el Salvador, Dios quiere el bienestar de cada persona. Sucede, sin embargo, que en ocasiones lo que nosotros consideramos bien no es lo mismo que Dios estaría pensando. Muchas veces, lo que en principio nos parece una contrariedad, puede ser un camino misterioso de Dios para llevarnos a la alegría y a la liberación.
Lo que Dios quiere apunta siempre a la totalidad de la persona, no solo a una parte de su ser. Por eso, por ejemplo, Jesús a la vez que cura una enfermedad, da también el perdón del pecado. En Dios hay voluntad de salvar al hombre íntegramente. No hay ninguna dimensión del ser humano que esté oculta a los ojos de Dios. Por eso, alma, espíritu y cuerpo, toda la condición humana hace parte del plan salvador de Dios. Aunque quisiéramos, por ejemplo, que lo corporal fuera plena autonomía humana, también esa dimensión está en los planes de Dios para ser redimida.
Quiere Dios que el bien recibido por uno, llegue a todos. Una persona que vive en el bien y la ley de Dios, genera bien y salvación para los demás. Cuando Jesús envía a quienes ha sanado a presentarse a los sacerdotes, los está invitando a hacer de su bendición un bien de la comunidad. Quisiera Dios que nadie olvidara la dimensión social y relacional de la existencia humana, es decir, de las repercusiones de todo lo que hacemos, bueno o malo, sobre los demás. En cuanto a lo bueno, el mayor ejemplo es la obra de Jesús, una vida entregada de una vez para siempre y por todos.
Quiere Dios la lejanía del hombre de toda clase de pecado. No quiere Dios que nadie se pierda, sino que todos se salven. Pero para ello es necesario repudiar el mal, la injusticia, el engaño. Nunca el mal puede ser considerado como algo normal, aunque nos acostumbremos a estar en medio del mismo. Siempre ocasionará ruptura con Dios, tristeza en los demás, noches oscuras en la propia alma.
Y, finalmente, quiere Dios que cada desierto de la vida -enfermedad, pandemia, ruptura, soledad, fracaso, dolor- sea ocasión de purificación. Dios no genera el mal, pero si lo permite, no es para nada diferente a dar ocasión a la conversión, al crecimiento de la confianza en Él y al reconocimiento claro de las debilidades y limitaciones de la vida humana. Quiere Dios, en fin, me parece, que todo lo veamos desde la fe y nunca sin fe. Así todo tendrá sentido, aunque no por ello ni más fácil ni menos doloroso cuando de pruebas se trata, ni menos gozoso cuando el esfuerzo produce sus mejores frutos. Ojalá siempre queramos lo que Dios quiere… y abominemos lo que Él detesta.