Uno de los pilares fundamentales de la democracia es la separación e independencia de poderes. A pesar de que en Colombia dicho componente es muchas veces difuso, hay que volver a recalcar su importancia con miras a las elecciones del próximo año. ¿Por qué? Debido a que varios candidatos presidenciales y sus seguidores han instaurado en su discurso que durante su gobierno los bandidos no se saldrán con la suya. Esa exposición de ideas es muy atractiva para el votante, pero realmente esconde un espíritu autoritario bastante asustador.
No es del resorte del presidente de turno hacer que la justicia se cumpla, eso es responsabilidad de la rama judicial. Sin embargo, ciudadanos y políticos parecen olvidarlo con frecuencia. Más de una vez me he topado con un amigo -por cierto bastante educado- que me dice votará por X o Y candidato debido a que ese si meterá a los bandidos a la cárcel. Igualmente son varios los mensajes en redes sociales de políticos reconocidos que presentan el mismo argumento para exaltar a su candidato. ¿En qué momento dejamos de analizar a profundidad y decidimos enviar un mensaje tan mentiroso? ¿O es que nos están anunciando que esos políticos llegarán al poder a eliminar elementos democráticos como la independencia de poderes?
No quiero defender a los hampones ni muchos menos, pero es importante leer entre líneas y empezar a entender los perfiles de quienes aspiran a gobernarnos. América Latina ha tenido siempre una tendencia a convocar líderes con tintes dictatoriales y con bastante temor veo que en Colombia estamos entrando en esta tendencia. Por eso, en vez de estar siguiendo como borregos esos estruendosos discursos en contra de la corrupción y los políticos de siempre, preguntémosles a esos candidatos y analicemos ¿Cómo lo harán? ¿Destinarán mayor presupuesto a la rama judicial? ¿Lograrán pasar una reforma a la justicia? ¿Tendrán un Congreso fuerte que les tramite dicha iniciativa?
Las promesas y los gritos en campaña son muy populares pero la experiencia nos ha mostrado que pocas veces se materializa, lo especial en esta ocasión es que se nos vende algo que solo puede cumplirse si llegase al poder un individuo dispuesto a pasarse por la faja la institucionalidad, cosa que en Colombia no es difícil, pues ya lo estamos viendo de manera solapada en el gobierno Duque con la cooptación de los entes de control y la Fiscalía.
Lo que preocupa en esta oportunidad, de manera significativa, es que la tendencia hoy en el continente es no tener ningún tipo de recato y utilizarlo como estrategia de campaña, pues los políticos encontraron que dichas formas están logrando el apoyo de la ciudadanía en masa. Por eso es importante empezar a plantearnos la siguiente reflexión: ¿Queremos un autoritario en el poder? ¿Estamos dispuestos a que “todos” nuestros males se acaben sacrificando la democracia? Eso es precisamente lo que en el fondo se esconde detrás de esos discursos tan atractivos en contra de la corrupción y de los políticos de siempre: ¿Es un autoritario lo que queremos?