Hace muchos años el país no se estremecía con la situación de violencia desgarradora que está minando -literalmente- más de la tercera parte de los municipios de Colombia. Algo así como 430 municipios se encuentran hoy sumidos en la zozobra ante las acciones de los grupos criminales y el más completo abandono por parte del Estado.
Particularmente, los departamentos del Cauca y del Valle han sido amenazados e intimidados por la fuerza de una delincuencia empoderada que, como si se tratase de un “back to 90´s” y de una tierra de nadie, está poniendo bombas -celebrándolas-, asesinando niños, masacrando policías y dinamitando pueblos enteros, mientras intimida de la forma más sangrienta a su comunidad sembrando terror sin escrúpulo. Todo esto, ante la mirada displicente del gobierno nacional que, concentrado en Túnez, Gaza o Irán, se ensaña en permanecer en la falsa narrativa de una tal ‘paz total’ que nunca ha existido, mientras cercena la moral de la fuerza pública, de forma muy costosa y casi que irreparable para la estabilidad democrática del país.
Pero es que nada de esto es una sorpresa, ni es espontáneo. En alguna de mis primeras columnas en este diario planteaba la idea, ya poco o nada novedosa, de que Petro es un peligro, no solo por lo que representa o por lo que vemos en su ineptitud para gestionar los destinos del país; sino por su resonancia con el caos: por su necesidad de crearlo y su capacidad superior de navegarlo para conseguir allí la realización del plan que materialice sus deseos autócratas.
En ese contexto, y ante aun país abandonado, intimidado y doblegado por la desesperanza, el expresidente Álvaro Uribe en un foro de estudiantes en la Universidad de la Sabana, no titubeó en evidenciar y desafiar los planes perversos del actual gobierno y marcó un rumbo para la política de seguridad nacional. ¡Por fin, alguien en este caldo de cultivo caótico trazó una visión de país, un camino que nos una a todos bajo un propósito común que no sea otro que el de garantizar el orden público y la vida e integridad de todos los colombianos como lo ordena la Constitución! Sin temor a ser criticado por los bienpensantes que pululan en la opinión nacional, el expresidente sembró entonces la tesis de que, para salvaguardar los preceptos constitucionales, “Las fuerzas militares tienen que defender al país. Quiera o no el Presidente de la República”.
Tiene razón el expresidente y ese es un debate que deberíamos estar dando porque cada minuto de dilación se paga en vidas humanas. Dejemos de creer por un momento que a Petro el país se le salió de las manos y que está lidiando con algo demasiado grande cargado de buenas intenciones. No. Nada de esto es espontáneo. Tengamos eso claro. Todo está articulado perfectamente para llevarnos a la necesidad ineludible de tener que llamar al “poder constituyente primario”, ante el “inminente golpe blando y la difícil situación de orden público que amerita un estado de Excepción”. Su opción no será nunca en la práctica, aunque sí en el discurso, fortalecer la Fuerza Pública o respaldarlos políticamente para que retomen el control sobre la difícil situación de seguridad que atraviesa el país, y no lo será porque eso aniquilaría sus planes.
Según el artículo 217 de la Constitución, “Las Fuerzas Militares tendrán como finalidad primordial la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional”. El mandato es expreso, y la negligencia, dilaciones o malicia del Gobierno Nacional no puede eximirlos del cumplimiento de la Constitución. Llegó el momento de que se oigan las voces de Colombia respaldándolos.