Economistas y aborto
CUANDO los sacerdotes opinamos de economía o de política, nos mandan corriendo para la sacristía. ¿A dónde deberíamos mandar a algunos economistas y profesionales afines cuando opinan sobre natalidad, matrimonio, aborto, bioética, etc.? La forma como muchos de estos profesionales abordan estos temas, de corte claramente humanista y por tanto ético, yo la definiría como de frío pragmatismo. Se les llena el tintero y la boca de palabras como derecho, libertad, modernidad y las aderezan con cifras que al final se traducen en costos y esa monotonía en que trascurre el discurso económico.
Pero a los que han montado el sistema económico y político en que nos movemos hay que confrontarlos con preguntas serias y de alta responsabilidad. Han llevado a toda la sociedad a un estilo de vida en demasiados aspectos absurdo y ahora que las consecuencias están a la vista, en sus facetas más desastrosas, acusan a sus opositores de haber creado el engendro.
Vendieron la idea de no tener hijos y ahora lloran por el desequilibrio en el sistema pensional. Acabaron con la vida matrimonial y predican la exterminación de los niños no nacidos. Enriquecieron hasta el escándalo a los pudientes y se llenan de pavor por la protesta social. En fin, inspiraron un sistema de vida inhumano y ahora quieren escurrir el bulto de su propia responsabilidad.
El tema más grave no es si el aborto se penaliza o no; el tema es por qué la gente tiene deseos de destruir la vida. Lo peor no es la unión de parejas del mismo sexo, sino cuándo se perdió la referencia a un orden natural universal. No es tampoco el tema, como lo dicen tendenciosamente muchos y muchas, imponer un pensamiento religioso a nadie, sino la carencia de un sistema de pensamiento coherente e integral que respete la vida y la dignidad humana. Lo grave no es la corrupción o el asesinato o el delito; lo grave es que se prohibió hablar de ética y se prohíbe practicarla; lo único importante en este mundo diseñado por la gente de las cifras y los indicadores es el dinero y lo demás es ridiculizado.
Va siendo hora de que en las discusiones públicas y también privadas se haga subir al estrado a los verdaderos responsables de la decadencia de nuestra sociedad y en ella del individuo particular que ahora aparece incapaz de ser completamente humano. Esto no se resuelve mirando sólo las columnas de ingresos, egresos y saldo.