RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Diciembre de 2012

Hay personas que hacen eso

 

A  veces parece que el estilo de vida que llevamos prácticamente todos hoy día fuera la única forma de vivir y acaso de sobrevivir. Es un modo que ha sabido enredarnos con unos sentimientos cruzados de total libertad, pero también de sumisión a una sociedad que ha hecho del consumo -el engorde en todo sentido- su máximo propósito y también su mayor signo de intrascendencia y banalidad. Es una forma casi que irracional de deambular por el planeta Tierra, no teniendo más metas que el poseer, el gozar, el ser reconocido. Y así transcurre la vida hasta que se envejece la persona y la botan de todas partes como un cacharro inútil.

Pero hay gente, hay personas, pocas, por no decir poquísimas, que se han tomado la vida de otra manera. Casi siempre su primer paso ha sido el de romper los lazos que las atan a su propia voluntad entendida como primer y último criterio de juicio y han extendido su mirada al infinito en busca de algo más grande y sabio. Después han roto las cadenas de la materia física y se han desprendido de todo ese equipaje que resulta ser inútil la mayoría de las veces. El siguiente paso ha sido adelgazar al máximo sus vínculos de sangre para cambiarlos por unos de carácter universal. Después se han olvidado de sí mismos y han puesto su corazón y su mente en los otros, pero sobre todo en el Otro.

Estas otras personas han sido capaces de escaparse radicalmente de los criterios del mundo y sin hacer mucho aspaviento han abierto inmensos surcos para sembrar el otro mundo. No esperan nada a cambio, sino solo sembrar. Sufren mucho al ver cómo transcurre la vida de la mayoría de la gente, unos entre condiciones insufribles de miseria y abandono, otros en la más vacía de las existencias. Hay personas, muy pocas, que han visto a Dios y se han ido tras Él. Hay hombres y mujeres que habiendo visto la luz se dedicaron a no dejarla apagar ni para ellos ni para los demás. Hay personas que hacen eso: vivir para Dios únicamente, sirviendo a la humanidad. La Iglesia las llama santas. La Madre Laura hizo eso y será la primera persona colombiana que tendrá lugar en el santoral. Una señal de Dios para una nación que se hunde en la más absoluta disolución en todo sentido.