Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Abril de 2015

NADA HA CAMBIADO

No hay cómo creer

No  es fácil encontrar una persona que no quiera vivir en paz. Cierto que hay gente guerrera y que parece tener en la sangre humana derramada la única fuente de su perversa satisfacción. Pero el común de los mortales desea la paz y la busca. Sin embargo, hay que reconocer que con frecuencia la necesidad de la paz lleva a cometer errores garrafales, a hacer unas concesiones que en buen uso de razón jamás se harían y, sobre todo, a  creer promesas que a la hora de la verdad no tienen ningún asidero en la realidad. E infortunadamente esta es la situación que se ha dado y se sigue dando en muchos niveles y sectores de la vida colombiana. Cansados de la guerra, los colombianos podemos estar arrodillándonos ante los violentos de cualquier manera.

La masacre cometida en días pasados en la persona de soldados del Ejército Nacional -con los aviones de la Fuerza Área metidos en hangares por orden presidencial- deja ver, una vez más, que no hay cómo creerles una sílaba a los guerrilleros colombianos. Su método, de la más fiel estirpe leninista-estalinista, es la mentira y la falsedad. Saben montar los escenarios para que la burguesía gobernante se ablande y comience a correr las líneas de lo racional y aceptable hasta donde comienza la infamia y el deshonor de toda una sociedad. Y el mismo estamento gubernamental y la gran prensa terminan protegiendo a los violentos queriendo hacer artificiales divisiones entre la voluntad de sus cabezas y la tropa de asalto que merodea por la nación, la que todo lo destruye por decisión de los gordos habaneros.

El Presidente les creyó la buena voluntad a los jefes guerrilleros, mandó estacionar los aviones y hoy más de diez sencillas familias buenas y cumplidoras de las leyes han perdido a sus hijos y otras más los contemplan con angustia, heridos sin misericordia. ¿Se debe admitir sin más que el Gobierno fue engañado? ¿O acaso creerle a la guerrilla no constituye de por sí un acto de deslealtad y casi traición a la patria? Da coraje oír a los gobernantes de turno, a toda la burocracia oficial y aun a ciertas autoridades de la Iglesia llamando a seguir creyéndoles a quienes nos han engañado sin pudor por veces ya incontables. Lo que cualquier ciudadano de bien esperaría de un proceso de paz es que los violentos le crean al Estado, pero no lo contrario. Por ahora no hay cómo creer nada del proceso de paz pues nada ha cambiado. Quienes piden seguir creyendo en esto cometen una violencia moral contra los colombianos y desde luego contra las familias que hoy tienen un hijo menos.