RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Sábado, 24 de Diciembre de 2011

La consigna es no rendirse

La historia del nacimiento de Jesús puede leerse como la de un Dios que no se rinde. Muchas debieron ser las discusiones al interior de la Santísima Trinidad acerca de qué hacer con el hombre y la mujer, obstinados como han estado siempre en hacerle el quite al Creador y a su plan maravilloso. La decisión final fue radical: salvarlos. El medio apropiado, y enormemente sorprendente, enviar al Hijo al mundo. La consigna del enviado fue ir hasta el final, aunque el cáliz fuera amargo y la sensación de abandono, total. Los que no se rinden pasan por esos momentos de sensación de amargura y soledad, pero son los que ven la luz al final.

Me gustaría inventarme algo así como una tarjeta de Navidad que invitara a muchas personas a no rendirse en el camino, voluntario o involuntario, que están recorriendo y que saben que es el correcto, el que les señala amablemente su conciencia bien formada. Que no se rindan los que tienen fe en Dios, porque Él está ahí, con ellos, siempre. No se rindan los que rigen su vida por la Palabra de Dios y por sus mandamientos pues allí hay salvación. Que no se rindan los que defienden la vida pues ya asoman tiempos en que esto será lo único admisible para un ser llamado humano. No den su brazo a torcer los enfermos porque junto a ellos está Jesucristo convirtiendo todo dolor e incomodidad en momento de gracia y purificación.

Que no se rindan los jóvenes ante el ruido y el desorden pues ya verán tiempos de sabiduría que sí les darán sentido a sus vidas. No se rindan los que ayudan a los pobres que con ustedes está el Espíritu de Dios, Espíritu de misericordia y compasión. No se rindan los ricos en el deseo y propósito que tienen de compartir y dar, pues así se les abren las puertas del cielo. Que no se rindan los gobernantes de buena fe ante las montañas de necesidades, ante las fuerzas de la naturaleza, ante el grito del pobre, pues si gobiernas de buena fe son instrumentos de Dios y Él da todas las gracias para hacer lo que se debe hacer. Que no se rindan los que buscan la verdad pues esta sí existe, pero se deja ver sólo de los honestos y sinceros. Que nadie se rinda porque somos hijos de un Padre que no conoce sino la palabra Victoria.