Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Junio de 2015

EL ASISTENCIALISMO

Eso de regalar

A  la Iglesia la han criticado mucho porque, dicen, ha sido muy asistencialista, es decir, regala alimentos, ropa, educación, etc. Y la crítica es en parte razonable y ha servido para que la caridad se practique de un modo más integral, esto es, de manera que no postre a la gente en la inactividad con la mano extendida para recibir, sino que la promueva y se involucre en sus procesos de liberación de la pobreza y de muchos problemas. Sin embargo, siempre habrá que dejar la posibilidad de dar gratis al que definitivamente no tiene cómo salir de su angustia material o de otro orden. Pero el tema de fondo es que mientras que a la Iglesia le dieron garrote muchos años por regalar demasiado, hoy sus grandes críticos están dedicados a regalar y de qué manera y muy cómodamente con la plata ajena (cada día me parecen más vacías las críticas externas a la Iglesia).

Hoy regalan casas, subsidios por millones, dotaciones escolares, medicinas y muchas otras cosas. Además se hace con el dinero que no es de quienes hacen los regalos, sino con el de los contribuyentes. Y este nuevo y potentísimo asistencialismo, que en Colombia puede estar perfectamente al nivel del venezolano, ha traído exactamente los problemas que nos criticaban. Ya se oye hablar de gente que no trabaja porque manda a sus hijos a los comedores comunitarios, de gente que hace invasiones para que les regalen un lote en algún sector legalizado, de gentes que aguantan hambre porque sin ningún ingreso tienen casa pero no para el mercado y mucho menos para el impuesto predial o los servicios públicos. Y hay comunidades enteras que no trabajan porque el Estado les envía mensualmente la comida.

El regalo de lo esencial debe ir al que vive en las condiciones más extremas de pobreza y falta de oportunidades y esto es justo y moralmente obligatorio. Siguiendo a nuestros críticos, hoy convertidos al asistencialismo extremo con plata ajena, se hace necesario enseñar a pescar como prioridad máxima. Y con los inmensos recursos que hoy se destinan a tantos objetivos dispersos se podría dar perfectamente la educación de quienes no saben ningún arte para progresar en la vida o a fomentar la formación para el trabajo o simplemente a apoyar al que algo emprende con optimismo y racionalidad.

Tal vez el único regalo debido es el de la justicia en la sociedad para que cada uno, con su trabajo y esfuerzo pueda salir adelante y ser feliz. Lo demás puede ser más retroceso que avance.