RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Septiembre de 2012

Una oración por la paz

 

Dios y Padre nuestro: Tu Hijo Jesucristo ha llamado bienaventurados a quienes trabajan por la paz y él mismo nos ha dejado su paz. Tú sabes, Señor, cuán grande es la necesidad que tenemos de ese don magnífico en nuestra nación, en Colombia. Tú conoces cuánto dolor y cuánta tristeza ha causado su ausencia en todas nuestras gentes. No existe un solo colombiano o colombiana que no lleve en su corazón una herida causada por la violencia, por el odio, por el pecado. Y, ninguno de nosotros, Señor de todas las misericordias, quisiera seguir viviendo o muriendo en este verdadero valle de lágrimas.

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Hoy vemos, Dios de todos, encenderse una pequeña llama que quiere iluminar el camino que hasta ahora ha sido realmente de tinieblas y sombras de muerte. Infunde, Señor, sobre esta primera y pequeña luz, la fuerza animadora y protectora de tu Espíritu Santo, que la haga crecer, que la proteja para que no se apague nunca. Mueve los corazones y las manos de todos los que habitamos esta bella nación para que juntos elevemos llenos de esperanza las primicias de la luz pacificadora.

Corazón amantísimo de Jesús: convierte todos los corazones de piedra en corazones de carne. Desarraiga todo sentimiento violento, toda palabra ofensiva, todo pensamiento sangriento, toda acción inicua del ser de cada colombiano, de cada colombiana. Ilumina con potencia amorosa la mente de todos para que comprendan el valor inestimable de vivir en paz entre los hermanos, de caminar juntos mirando el mismo horizonte de reconciliación. No permitas, Señor, que el temor sea superior a los anhelos de paz y concordia, que la desconfianza supere al perdón, que la tristeza ahogue la esperanza.

Dios y Padre de todos: no mires nuestra multitud de pecados y violencias. Mira más bien, compasivo, los ojos de los niños que están por nacer, la sonrisa de los que ya caminan por nuestros valles y montañas, las ilusiones de las madres que esperan sus hijos al caer el sol, los esfuerzos de los padres para llevar el pan a sus hogares, la serenidad del deber cumplido de los viejos queridos. Suscita, Padre Santo, en quienes se empeñan en el mal y la violencia, el deseo de cambio y conversión. En todos, Dios todopoderoso, haz germinar un amor sin límites hacia Ti y hacia todas las personas. Danos, Padre Santo, te lo suplicamos de rodillas, el don inestimable de la paz. Señor, confiamos en Ti.