Aureliano Buendía
Llega un nuevo personaje a mi columna de opinión, que no es más que eso.
Parece sacado de un libro de García Márquez, al mejor estilo de Cien años de soledad. Aureliano, tenía 17 años. Era flaaaco, flaaaco, flaaaco. De una flacura extrema. Tenía el cabello largo y abundante, “porque ese era nuestro primer gesto de rebeldía, tener el pelo largo, dejar de cortarnos el pelo”. Usaba gafas gruesas, que le hacían ver los ojos saltones. Era muy activo en las reuniones. Y, lo sigue siendo. Tenía un gran discurso. Desde el principio deslumbró con sus discursos.
Aureliano se parecía a un lindo gatito. Pero si hay algo que duela es un mordisco de un lindo gatito. De hecho, Aureliano, en su otra vida, pegó varios mordiscos que dolieron mucho. Y duelen. Porque los gatos tienen la linda particularidad de morder sin avisar y después no piden, ni siquiera, perdón.
Vayamos al grano, como dicen los dermatólogos. No es fácil asimilar las derrotas pero menos una como esta. Los bogotanos tenderemos que vivir en carne propia las consecuencias de votar mal. El nuevo mapa electoral significa, por ejemplo, el final de un ciclo y el comienzo de otro. Pero no de cualquier otro ciclo. Basta con ir a la Venezuela de Chávez.
Las repercusiones se verán en el largo plazo. En el corto plazo ustedes verán al Comandante de la Policía de Bogotá rindiéndole honores a Petro en la Plaza de Bolívar al frente del Palacio de Justicia. Cecilia Orozco comentó la semana pasada: “¡Ah! flaca memoria de los bogotanos”.
La llegada de Petro a la Alcaldía de Bogotá fue algo similar al lanzamiento de un torpedo que da en la mitad de un buque. “La hecatombe estaba ahí”. Lo dijo el general Ramírez, pero nadie le paró bolas al asunto. ¿Cuánto se demora en hundirse un buque?
Mi amiga Lola Portela me pregunta con rabia y dolor de patria: “Dígame, Rafael: ¿cómo se le explica a la niñez, futuro de Colombia, que un ex guerrillero, que violó totalmente la democracia, la ley, llega a ocupar el segundo cargo democrático más importante de Colombia?”. “Y lo que se nos vino pierna arriba, mi querida Lola”.
En el Chile de Allende y en la Venezuela de Chávez pasó exactamente lo mismo. Cambian los tiempos, cambian los personajes, pero la estrategia es la misma. Solamente era cuestión de abrir la compuerta de la represa y la compuerta se abrió.
Dios quiera que sea yo el que me equivoque en mis apreciaciones. Pero la historia reciente me avala. Después no se quejen.
Puntilla. Mientras tanto, quien nos defendió, “por la democracia maestro”, está en la cárcel habida cuenta de unos falsos testimonios. Estoy petrificado del susto.