Hace unos días un grupo de amigos nos planteamos cómo hacer una reforma a las altas cortes para que no sean el karma que son para el país y la ciudadanía. Alguno sugirió que se debería regresar al sistema anterior a la Constitución de 1991, con solamente una Corte Suprema y un Consejo de Estado y un sistema de reemplazo por cooptación. Le preguntamos si confiaría en una cooptación con los miembros actuales y la respuesta fue un rotundo ¡no!
Habría que renovarlas totalmente para escoger magistrados como los que solíamos tener. Habría que buscar un sistema, probablemente con la participación de las más importantes universidades, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia y quizá del Congreso y el gobierno. La corte tendría salas de casación incluyendo las que reemplazarían la JEP y el Consejo Superior de la Magistratura. El Consejo de Estado se encargaría de lo contencioso administrativo y lo que hoy hace el Consejo Nacional Electoral. El número de magistrados sería considerablemente inferior a lo que tenemos. Habría, por supuesto, que revisar las atribuciones para evitar que se llenen de casos nimios.
Cuando yo fui conjuez en la Corte Suprema a comienzos de los ochentas, un profesor de derecho constitucional exigía a sus alumnos, como parte de sus tareas, que presentaran una demanda ante la Sala Constitucional. A ese tal habría que quitarle la tarjeta profesional. Hace poco fui a reclamar en una clínica un pagaré de los que hacen firmar al hospitalizar al paciente y me pidieron la copia del mismo. Como no la tenía, el funcionario me dijo tan fresco: “presente una denuncia”. ¿Presentar una denuncia porque se perdió la copia de un pagaré? Una estupidez. Pero lo exige la clínica.
Continuando nuestra discusión alguno mencionó que el gran problema está en las facultades de derecho, que pululan en todos los garajes del país, que no enseñan ética y gradúan picapleitos -eso es lo que son- de los cuales algunos se cuelan y llegan a las altas cortes. Además de que deberían revisarse los programas académicos y ser estrictos con la calificación del desempeño de las universidades para cerrar sin contemplaciones las que no sirvan, habría que establecer un sistema estricto de exámenes de estado. Pero eso no puede conducir a lo que tantas veces se ha sugerido que es la colegiatura obligatoria de abogados que sería un organismo burocrático para duplicar el Consejo Superior de la Judicatura.
A propósito ¿qué pasó con el proyecto de referendo para reformar la justicia, del que estaban recogiendo firmas? Porque la verdad es que con los trámites normales no vamos a llegar a ninguna parte.
Y ojalá, mientras tanto, la Corte Constitucional no siga tomando decisiones que van directamente contra los intereses del país, no se meta en las atribuciones de otras ramas del poder y se circunscriba a aplicar la Constitución y no a modificarla. Y el Consejo de Estado no siga atribuyendo la responsabilidad de las acciones de las Farc y los paramilitares al gobierno, por “negligencia o imprevisión” obligándolo a indemnizar a las víctimas. Que se calcen unas botas de campaña y después hablen.
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Coda uno: En esta época los parlamentarios a los que no les ha preocupado el país durante el año, presentan proyectos populistas para endulzar el oído de los electores. Señores parlamentarios: para ustedes vale lo que se dijo de las cortes: midan las consecuencias de las propuestas que hacen.
Coda dos: Aplausos al alcalde y al gobierno por la adjudicación del metro. Ojalá elijamos alcalde a alguien que no se tire todo el trabajo.