Regreso a la anormalidad | El Nuevo Siglo
Jueves, 30 de Abril de 2020

Lentamente el mundo va retomando su normalidad, entendida esta como el regreso, en lo posible a las actividades regulares, con la esperanza de llevar las cosas al nivel de productividad y consumo en el que se encontraban al momento de entrar a la cuarentena. Quisiéramos estar equivocados quienes de alguna manera pensamos que por más duros que sean los resultados de esta pandemia, no nos llevarán como especie a plantear un nuevo comienzo, especialmente en la relación con la naturaleza y mucho menos en la relación con los demás animales.

Nos conmueven la cantidad de especies que hemos visto en lugares donde habíamos perdido la memoria de su existencia, las tonalidades de las cristalinas aguas marinas en los lugares turísticos. En fin, esta época nos devolvió la esperanza de volver a ver la naturaleza restaurada y por más esperanza que tengamos no podemos perder de vista que unos meses no son suficientes para procesos que tardan años y en algunos casos siglos. El mensaje no puede ser más claro: variamos nuestras prácticas de producción y consumo o estaremos condenados a afrontar las consecuencias pagando un precio para el cual la especie nunca estará preparada.

Es claro que las acciones individuales tienen la capacidad de impactar, aunque a la larga ese impacto es marginal y no tendrá la suficiente fuerza para cambiar el rumbo, pero si que tendrá la fuerza para señalar el camino que deben tomar las políticas públicas en cada país y en el mundo globalizado; indicará qué hábitos de consumo deben ceder para avanzar a escenarios más sostenibles y amigables con el medio ambiente, ayudará a formar una comunidad de consumidores conscientes del origen y la calidad de su comida, su vestido, su esparcimiento, la responsabilidad con la cual se ponen a circular en el mercado, aspectos en los que veníamos trabajando de manera tímida y que gracias a la crisis vemos que estábamos trabajando en la dirección correcta.

No nos digamos mentiras, mayoritariamente tenemos comportamientos de consumo mas cercanos a la estética que a la ética, tendemos a comprar más comida de la que necesitamos, desperdiciamos buena parte de ella, aplaudimos los cambios de temporada en la moda, celebramos la llegada del último gadget. Así se nos está yendo el tiempo, de adquisición en adquisición, pocas veces nos detenemos a pensar en la huella de sufrimiento y sacrificio humano o animal que se utilizó para que el objeto de consumo estuviera a nuestro alcance.

Ganamos mucho si al momento de volver a la rutinaria anormalidad de consumo, en un acto de responsabilidad individual, nos hiciéramos algunas preguntas que ayuden a orientar la adquisición, aquí algunas: ¿Algún niño intervino en su producción? ¿Hay un empleado mal pago que está elaborando dicho producto? ¿El producto es amigable con mi salud? ¿Sí pago por ese producto estoy patrocinando una forma de hacer las cosas que atenta contra el medio ambiente? ¿El animal que produjo la proteína que consumo, vivió bien, fue bien tratado incluso al momento de morir? ¿El sistema de producción considera el bienestar animal? Todos seremos responsables, por acción u omisión, de la Humanidad que vuelva a la calle, ojalá sea una más empática tanto con los animales racionales como con los irracionales.

@ludogomezm, luisdomingosim@gmail.com