Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, cumple su misión que culmina en su pasión, muerte y resurrección y el envío de Espíritu Santo para iluminar y asistir la Iglesia que Él fundara para continuar “haciendo el bien” (Hech. 10,38) en toda la tierra. Antes de subir al cielo, Jesús se despide de sus seguidores, a la cabeza de los cuales había colocado a Simón Pedro (Mt. 16,18-19), diciéndoles: “vayan y hagan discípulos a todas las gentes…Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20).
Han pasado más de dos mil años y esa Iglesia asistida por el Espíritu Santo, en cuyo nombre, y el del Padre y del Hijo, serán bautizados los creyentes, sigue adelante con multitudes de seguidores. Allí estará, con sus directivos los Apóstoles, los Obispos y sus colaboradores, los Presbíteros y Diáconos, que con el pueblo fiel constituyen la “comunidad de los creyentes”, que iba creciendo desde el inicio por la predicación y el testimonio (Hech. 2,42…y 4,32-35). Grandes cualidades y servicios le ha ofrecido a la humanidad en todas las naciones y continentes, pues se ha llegado al “mundo entero”, según el anhelo de Jesús (Mt. 16,15-26). Todo esto no obstante las flaquezas humanas que se han dado también, que son reflejo de esa realidad de la cual él Maestro no la dejó inmune. Esto para que se tenga siempre presente que “llevamos este tesoro en recipiente de barro”, pues así lo ha dispuesto el Señor “para que aparezca que la fuerza extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Cor. 4,3).
Echando una mirada a Colombia, encontramos cuanto aparece en estos cinco siglos ya largos de historia de Cristianismo, con el influjo celeste de que venimos hablando. En 1513 se fundó la primera Diócesis en nuestro territorio, en Santa María la Antigua del Darién, primera en tierra firme de todo el continente americano, sufragánea de Sevilla, con Fray Juan De Quevedo, como Obispo, trasladada en 1524 a Panamá. Después se funda la Diócesis de Santa Marta (1534), y, en 1562, la circunscripción de Santa fe Bogotá, que llegaría a ser Arquidiócesis Primada de Colombia.
Ilustres prelados regentaron esta sede arzobispal en tiempo de la Colonia, siendo de especial memoria el criollo Hernando Arias de Ugarte, que evangelizó a lomo de mula su inmensa parcela (1618 a 1623). También, Fray Cristóbal de Torres, fundador del Colegio Mayor Nuestra Sra. Del Rosario (1653), y, Antonio Caballero y Góngora (1744-1891), de grande labor pastoral y educativa, injustamente vilipendiado por su gestión en las Capitulaciones de los Comuneros, siendo él colaborador en algo digno pero traicionado por el Virrey Flórez (1781), y, luego, enmendado en parte cuando dos años después fue nombrado Virrey de la Nueva Granada.
La época republicana se inicia con el primer Arzobispo de Bogotá nombrado después de la Independencia, Fernando Caicedo, prócer de la lucha libertadora, quien sufrió cárcel y destierro, y quien dirigió con tino pastoral su parcela desde 1828 hasta 1832. Destacados prelados dirigieron, luego, esta sede en el resto del Siglo XIX, destacándose entre ellos Mons. Manuel José Mosquera, quien inició en 1834, hasta su destierro por el Presidente Hilario López, muerto en Marsella en 1853 (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón
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