Responsabilidad de los visibles | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Diciembre de 2016

No soy conservadora ni feminista; no creo que los hombres sean una  pesadilla, ni empiezo las reuniones saludando a “todos y todas”.  Soy difícil de escandalizar, y me aburren las personas que se creen más puras que el resto del mundo.

Así las cosas, entro al tema de Maluma y  la ira que desató su último video clip en  miles de españoles.

Primero creí que se trataba de una estrategia de anti marketing, para desacreditar al parcero colombiano. Como aquí la envidia es endémica, pensé que también allá podría haber sido el detonante. Busqué entonces el video clip con la esperanza de encontrar la expresión de un regaettonero exitoso y calumniado, y me choqué con algo repugnante.

Dicen los que saben, que musicalmente es muy pobre. El contenido -no logro llamarlo canción-, dirigido a un público en su inmensa mayoría menor de edad, cosifica a la mujer, denigra y transgrede. A punta de oír y tararear un texto tan nocivo y grotesco, niños y jóvenes reciben en sus sentidos un montón de basura que ellos interpretan como placer. Pienso entonces en unos corrales llenos de pavos vendados, emocionados porque habrá fiesta el 31 de diciembre y siento una triste indignación.

Defiendo el más amplio espectro de la libertad de expresión, pero eso es una cosa, y otra muy distinta, la libertad de ofensión. No hay que ser Florence Thomas ni director de Unicef, para indignarse con la letra de Cuatro babys.

Alguna instancia tendría  que controlar desde lo ético y/o  legal,  la emisión indiscriminada de mensajes sugestivamente empaquetados, que llenan de dólares los bolsillos de unos cuantos, y de miserias y vergüenzas, las vidas de miles de mujeres y niños bombardeados por el irrespeto, la vulgaridad y la estupidez. La pornografía al alcance de los niños, disfrazada de video clip reggaetonero, es simplemente una infamia.

Cuatro Babys es una repugnante clase de prostitución,  degradación sexual y vejación de la mujer; lleva más  de 200 millones de reproducciones en YouTube, mientras   la petición de la española para retirar el video clip, ha conseguido 85.451 firmas.

Eso, más que culpa de Maluma, es el efecto de repetidos impactos multinacionales que pretenden embrutecer infancia y juventud, obligan a consumir miserias, vulneran sensatez y principios, y dejan a niños y mujeres sumidos en una condición de alto riesgo, como veleros en medio de la tormenta. Y en naufragio revuelto, mientras los títeres se hunden, los titiriteros se enriquecen como les da la gana.

Maluma es un muchacho de 22 años, carismático, nominado al Grammy latino; tiene 3 millones de seguidores en Instagram, una sonrisa dulce,  y un evidente dominio de los escenarios. Si es más inteligente que comerciante, y asume la responsabilidad por el impacto de su visibilidad en la juventud, debería dar un drástico giro y capitalizar su popularidad no para hacer más rico a Sony Music, sino  para prevenir que más niñas y mujeres se sigan convirtiendo en objetos sexuales, desechables en medio de  una vertiginosa compraventa de adrenalina y falso placer.

Colombia entonces, tendría un verdadero motivo para sentirse orgullosa de él, y él, la mejor de las historias para ser un loable y solidario triunfador.

ariasgloria@hotmail.com