RICARDO EASTMAN DE LA CUESTA | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Diciembre de 2011

 

El Síndrome de Berlín

 

"Síndrome de Berlín” es una nueva expresión, acuñada por el profesor español Anton Costas, que haciendo un símil con el famoso Síndrome de Estocolmo, evoluciona alrededor de la relación que establecen secuestrado y secuestradores en el de Estocolmo y la establecida entre la periferia y el centro de Europa que hoy es Alemania. Del eco que las elites periféricas hacen de las opiniones alemanas, convengan o no, sean buenas o malas, contengan intereses mezquinos o altruistas.

En cualquier circunstancia, Europa mira siempre hacia Berlín. A su vez Alemania mira por encima del hombro a sus vecinos e impone tareas más y más pesadas para que aquellos merezcan su amistad. La visión alemana de los hechos prima en el continente, nadie es capaz de hacerle sombra.

Alemania descalifica a sus vecinos, los cataloga de botarates e irresponsables y propone que sean las fuerzas del mercado las encargadas de solucionar la crisis. Sin pensar en la caracterización de cada pueblo, en un mundo donde las disciplinas venidas del exterior no tienen futuro ni asidero. Cuando para ayudar el camino es el de hacer reformas generales a la Comunidad.

Ahora bien, esos vecinos consideran que Alemania se equivoca, como casi siempre, cuando presiona para que los países en problemas recorten sus gastos con el ideal de crecer por encima de como crecen sus deudas.

Como si quisiera diferenciar entre ricos y pobres dentro de la región. Porque no se deja espacio para el crecimiento.

Pagar para Grecia es un imposible, la solución no llegará por la vía de la extrema austeridad. Es apenas un ejemplo.

Para los españoles hay que combinar estrategias de ascetismo con logros en la competitividad de la periferia europea. Que, como en el mundo, el norte ayude al sur. De alguna manera repartir las pérdidas, devaluar es una opción. El Banco Central Europeo debe asumir la condición de prestamista y entrar al rescate de Grecia, España, Portugal, Italia, Irlanda e Islandia. Y quién sabe cuántos más en el próximo futuro, ¿seguirá Hungría cuya deuda representa hoy el 82% del PIB?

Como efecto de la oleada de restricciones nacionales, Europa está en peligro de llegar a un estancamiento continental. Aunque sirva mucho el acuerdo de Bruselas, firmado alrededor de las tesis germanas de correcciones a largo plazo, de disciplina económica y política. Los alemanes mandan.

De la recesión por ahora sólo se salva Alemania -llamada hoy un pasajero de primera clase en el Titanic- , a quien le queda la no despreciable carga de mantener la estabilidad del euro. Aunque en la periferia consideran que Berlín no hará nada inmediato por solucionar la crisis, tampoco abandonará la moneda común a su suerte: hacerlo equivaldría llevar a una responsabilidad moral superior a la contraída con las dos últimas guerras. Y perder con Gran Bretaña.