Rodrigo Pombo Cajiao* | El Nuevo Siglo
Jueves, 28 de Mayo de 2015

ESQUINA AZUL

Clamor por la justicia

HACE  no mucho tiempo eran de común usanza conceptos tales como el buen nombre, el decoro, la dignidad, la decencia y la honorabilidad. Cuando a mis padres o abuelos se les preguntaba por alguien solían responder: “se trata de una persona honorable” o “es un señor digno” y con tan poco se explicaban tantas cosas que era innecesario profundizarlas.

Los debates políticos, por ejemplo, se presentaban por indignidad y sus renuncias se suscitaban por iguales calificativos. La honorabilidad era un requisito de llegada antes que una condición de acto. Pero a los liberales y a los socialdemócratas les pareció que esos adjetivos eran excluyentes, arbitrarios, elitistas y, de alguna manera, antipáticos.

Todas esas palabrejas (que así las bautizaron) impedían la reinserción de los rebeldes, se convertían en piedra en el zapato para amnistiar actos de terror y delincuencia  y frenaban la posibilidad de que los criminales se “resocializaran”. La sanción social, así, quedó proscrita. Lanza en ristre acudieron a los más sofisticados argumentos para que a través de los medios de comunicación y la enseñanza se borraran del mapa y se convirtieran en objetos curiosos de nuestra pasada idiosincrasia.

Empero, todas ellas se fundamentaban en un poderoso axioma: el ejemplo. Esa actitud de vida, tan cotidiana como constante y que hace que unos seres humanos sean mejores que otros gracias a su mérito, a su esfuerzo y a su dedicación por el bien, la superación y lo correcto hacía de la honorabilidad, el decoro y la dignidad expresiones con sustento y contenido.

Pero eso se perdió. Se las enterraron sin honor ni gloria y se abrió paso al poder por el poder. Ya no vale la pena indagar por la conducta pasada, por sus hazañas y gestos, por su amor a su familia y a su patria o por su recta conducta comunitaria para poder calificar a un compatriota.

Ahora lo que prima es la providencia judicial pues ella es más fácil en tanto que acude al poder y a la razón de Estado mientras que la otra acude a la victoria de vida y a las andanzas morales.

Por eso tanto indigna el ataque a unos de los más nobles líderes contemporáneos. Por eso aterra el injustificado ataque que le hacen a Luis Alfonso Hoyos, éste sí, verdadero apóstol, paladín y futuro mártir de la decencia en el actuar político.

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI