Tragedias del socialismo
A lo largo de la historia lo único que ha dejado el socialismo a su paso es estragos, desolación, represión y pobreza. Los ejemplos son tan vastos como contundentes y las recientes noticias de la comunidad de naciones lo confirman. Cuba no solamente perdió su papel protagónico en campos tan importantes como la salud, el tabaco, el deporte y el turismo, sino que se encuentra sumida en una serie de reformas tan elementales para Occidente como traumáticas para su dictadura. Egipto, por ejemplo, destruyó cualquier vestigio de capital humano y navega sobre un mar de penuria y escasez a la sombra de las más bellas maravillas de la humanidad. Corea del Norte observa cada vez más cómo el progreso de su íntima enemiga Corea del Sur le resulta prácticamente inalcanzable y sólo le resta alimentar hasta el infinito sus Fuerzas Armadas para controlar la insatisfacción popular. Venezuela en 12 años ha dado ejemplo de cómo acabar un país inmensamente rico en minerales para convertirse en una endeudada, deficitaria, inflacionaria y pobre nación más propia de un país tercermundista que de una economía emergente y realmente igualitaria. España es otro ejemplo digno de ilustrar: pasada la era conservadora se encontraba ella como la octava economía del planeta, rica, próspera, llena de oportunidades y feliz. Después de unos cuantos pocos años del gobierno de izquierda cuenta con un déficit incontrolado, un desempleo de más de 23% y con un atraso de oportunidades que ha dejado por fuera a toda una generación de profesionales activos, entre otros pesares.
El ascenso del socialismo al poder usualmente viene acompañado de sangre, guerra, revolución y protesta. La violencia es parte esencial de su modus operandi y la pena de las personas es considerada normalmente por sus seguidores como un sacrificio que se debe pagar para conseguir la igualdad material.
A pesar de ello sus tesis aún hoy, incluso después de la caída del muro de Berlín y la tortuosa recuperación de la Alemania oriental y de la Rusia comunista, continúan llamando la atención, no solamente desde el punto de vista académico y teórico sino del político y de gobierno.
El afán de poder de algunas personas hace de ellas un instrumento proclive a enarbolar esas desastrosas banderas con base en la supina ignorancia de las masas. En no pocas ocasiones lo logran y en no pocas terminan destruyendo lo que a su paso se encuentra, tal y como lo evidencia la historia.
Y, no obstante lo dicho, Bogotá, la ciudad de los otrora cachacos y la Capital de nadie, ha resuelto entregarle su mando a un ex guerrillero y socialista cuya primera decisión fue haber reducido 30% el valor de la Empresa de Energía de Bogotá (la joya de la Corona) y nombrado un incógnito gabinete que genera zozobra y espanta cualquier asomo de seguridad.