Samuel Hoyos | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Noviembre de 2015

“Su pensamiento y talante están más vigentes hoy”

VEINTE AÑOS

Álvaro Gómez

Ayer hace 20 años asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado, lo mataron por denunciar los vínculos entre los políticos y el narcotráfico, por señalar, desde estas mismas páginas, a un gobierno que había vendido su alma al narcotráfico.

 Su pensamiento y talante están más vigentes hoy que nunca. Era coherente, cuando se le hacían criticas sobre la Constitución del 1991, él las aceptaba pero tenía un argumento demoledor: “la hicimos entre todos”. Así fue, una Constitución imperfecta e idealista, pero producto de un gran consenso nacional. Su pensamiento liberal y democrático contrasta con el de aquellos que hoy, justifican la arbitraria imposición de las mayorías que, sin legitimidad popular, pretenden imponer reformas a la Constitución.

Qué dirían si por mayoría se decidiera imponer la religión católica como la única válida para el Estado y deber ser de todos los colombianos, o la heterosexualidad como única opción sexual de las personas. Es peligroso dar poder absoluto a la mitad más uno, es violentar la democracia.

La Constitución del 91, con todos sus defectos, debe respetarse, se ha acatado a lo largo de estos años gracias al amplio e incluyente acuerdo alcanzado en la asamblea constitucional. La permanencia de las instituciones, la convivencia ciudadana y la libertad dependen de la aceptación y respeto de todas las expresiones que integran a la sociedad.

“El acuerdo sobre lo fundamental” es la base de la seguridad jurídica, el soporte en el cual descansa el Estado de Derecho, es el respeto por unos mínimos inamovibles, que hoy están siendo desconocidos por quienes tienen la obligación de salvaguardar la dignidad de la República.

Álvaro Gómez Hurtado era un demócrata ejemplar, no participó nunca en conversaciones con grupos ilegales para “refundar” el Estado,  como sí lo hicieron funcionarios actuales, hoy apoyados y en alianza con aquellos a los que se proponían derrocar. Es triste ver a los hijos de los inmolados en la lucha contra la corrupción y la droga cogobernar con los socios de sus victimarios, sin estos haber aceptado su participación y responsabilidad y sin ningún arrepentimiento por sus hechos. No podemos aceptar que los conviertan en mártires inútiles.

Álvaro Gómez hizo la paz con sus victimarios, cuando estos manifestaron su arrepentimiento y decidieron aceptar someterse a la Institucionalidad, a los mínimos fundamentales. Una paz sin democracia, sin justicia, sin libertad no existe, no es paz.

De estar vivo Álvaro Gómez, asumiría nuevamente el riesgo del magnicidio, y en estas mismas páginas estaría oponiéndose a una burda reforma constitucional y a la claudicación de las instituciones.

A Álvaro Gómez lo mató el régimen, el mismo que hoy quiere desconocer que su magnicidio es un crimen de lesa humanidad, para que prescriba, para tapar las entrañas de un Estado cooptado por la mafia.

@shoyos