Ya nadie sabe en este mundo qué es verdad, qué es mentira, ni mucho menos para donde van las fake news que se arman, cuidadosa, o graciosamente, pero con funestos propósitos.
Lo cierto es que una gran parte de la población mundial cae en las trampas que tienden los “supremacistas” de todos los países. Esos anarquistas, de extrema derecha que quieren implantar gobiernos de opinión, xenófobos, misóginos, conspiradores, infiltrados en ejércitos y cuerpos de seguridad, para manejar unas supuestas mayorías fundamentalistas que engatusan y aprovechan a los incautos.
En nuestro medio una secta quiere entrar por la llamada puerta del estado de opinión y acude a todo. Quienes no piensen igual son de extrema izquierda y la paz es un embeleco de esos pensamientos que nos convierten en una Venezuela castrochavista.
Los “supremacistas” de nuestro medio, criollos, mestizos o mulatos, no son blancos, como los norteamericanos. En todas partes ven conspiraciones o las fabrican para favorecerse. Proceden en forma abierta y pública para construir odio político, racial y religioso. Han tomado la paz, para afianzarse en sus propósitos. La ven como un estandarte propicio para torcer el pensamiento de quienes por tantos años han sufrido el yugo de una violencia demencial, atroz y destructiva. Para ellos, esta paz es mala e inconsecuente. No le encuentran sentido, porque han apoyado la guerra que tantas víctimas ha dejado por más de medio siglo en esta sufrida Colombia. Esa que propiciaron los viejos partidos, los paramilitares, los despojadores de tierras y los desplazadores de campesinos.
Los “supremacistascd”, observan con temor, pánico, miedo, odio y hasta cobardía, cómo más de diez mil hombres de las antiguas Farc cumplen con los acuerdos. Cómo están alejados de la violencia y cómo soportan el ajusticiamiento de sus líderes.
Por ello, buscan elementos que les servan de acicate para sembrar el odio y desprestigiar el proceso de paz. Y han encontrado violadores de los acuerdos que dan a diario “papaya”. Algunos están desaparecidos. Dicen que se encuentran en Venezuela. Otros en la clandestinidad. Y desde luego el ¨papayero mayor¨, Santrich que como saltimbanqui aparece y desaparece como por encanto. Nuestros “supermacistas”, lo graduaron de único elemento de la paz que estamos formando, cimentando y fortaleciendo, pero solo para torpedear el proceso. Si llega al Congreso -con la arrogancia que lo hizo- lo desechan y censuran y lo insultan. Lo utilizan para esconder nexos de un fiscal renunciante con Odebrecht. No ha ocurrido así con otros especímenes de igual o peor calaña. Si Santrich se esconde, si ni usa escoltas, si se desconoce su paradero, está violando la paz.
Ni la paz es Santrich, ni Santrich es la paz. Esa es la dura realidad que no admiten los “supramarcistas” criollos, mestizos y mulatos.
BLANCO: El despiste de Vargas Llosa, elogia a Uribe por ¨haber firmado la paz con las Farc.
NEGRO: El despiste de Uribe: Vio a Santos en París, durante la operación Jaque.