Se nos fue la otra mitad de Gabo | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Agosto de 2020

A sus 87 años, el corazón de Mercedes Raquel Barcha Pardo, viuda del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, dejó de latir para emprender viaje a su reencuentro con quien compartió su vida y su obra hasta su partida el 17 de abril de 2014. Mercedes y Gabo eran una y la misma cosa, fundieron sus vidas hasta hacer de ellas una sola. Ellos eran el uno para el otro. Mercedes era el otro yo de García Márquez, su polo a tierra y su musa, fuente inagotable de su inspiración.

Para el gran escritor Jorge Luis Borges “todo casual encuentro es una cita” y esa fue la que se dieron Gabriel García Márquez, el hijo del telegrafista y Mercedes Barcha, la hija del boticario, cuando se encontraron de sopetón en Sucre (Sucre). El de ellos fue un amor a primera vista, se flecharon en sus años mozos, cuando ella apenas tenía 13 años y él 18, en el año 1945. Gabo se enamoró de ella y ella de él, fue entonces cuando él tuvo el arresto de proponerle matrimonio, el que se consumaría 13 años después, el 27 de marzo de 1958.

Se suele decir que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Mercedes rompió con ese estereotipo, ella nunca, nunca estuvo detrás de Gabo; ella siempre, siempre estuvo al lado de él. Fue su confidente, su amada amante, su albacea. Su fidelidad a toda prueba a Mercedes la confiesa Gabo, en lenguaje cifrado, en su obra cumbre Cien años de soledad cuando le atribuye a uno de sus personajes tener como atributo marital ser como el “fósforo globo”, que sólo enciende en su caja, para significar que nunca tuvo relaciones extramaritales.

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Ya se nos había ido nuestro laureado García Márquez, con Mercedes se va su otra mitad, para fundir ahora nuevamente en el más allá sus dos almas gemelas y volver a ser lo que fueron en vida, las dos mitades inseparables de una unión que ni la muerte pudo separar. Bien dijo Gabo que “estar enamorado es como tener dos almas”. Ahora, los dos, Mercedes y Gabo pasaron del realismo mágico de Macondo que crearon y recrearon juntos a convertirse en personajes míticos de la literatura y del sentido de la colombianidad con acento Caribe.

Gabo, que con esa facultad extrasensorial y su prodigiosa capacidad de imaginar, adelantándose a sus congéneres, tuvo su propia prefiguración de la muerte y la dejó plasmada en Cien años de soledad: para él las personas experimentan dos muertes sucesivas, la primera aquella que la separa y aleja de los demás mortales y la segunda y la definitiva es aquella que las desaparece del ignoto mundo de los muertos. De tal suerte que los personajes que fallecen al final de su periplo vital siguen envejeciendo como si nada y falleciendo post morten. Por ahora, Gabo y Mercedes ¡apenas van por la primera de ellas!

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