Definitivamente, Gustavo Petro no ha gobernado un solo día de los veintiún meses que lleva en el poder. Se ha dedicado a crear conflictos políticos y a distraer con el cuento de la constituyente. Por un lado, ha utilizado esto para colocar cortinas de humo sobre el desgobierno y los escándalos de corrupción; y, por otro, ha montado su estrategia para permanecer en el poder por vías antidemocráticas o, como diría su mejor amigo, el dictador Maduro, "por las malas".
Petro sabe que los escándalos de la financiación de su campaña y de corrupción en su entorno, incluyendo la compraventa de congresistas, la gravísima situación de orden público, la crisis económica, su pésima gestión y las peleas de sus aliados, entre otras razones, lo pusieron contra las cuerdas. Tiene claro que la constituyente, establecida en la Constitución, no es el camino para satisfacer su perverso deseo de atornillarse, porque le sería tedioso someterse a un nuevo revés en el Congreso, en la Corte Constitucional y, de llegar a superar estos pasos, se expondría a la peor derrota electoral por las razones mencionadas.
A Petro hay que interpretarlo, y la gran mayoría de los colombianos ya le tomamos el pulso. Él hace y quiere hacer lo contrario de lo que dice o promete. Como candidato, escribió en piedra que no acudiría a una constituyente y ya completa más de un año tratando de vender la idea de imponerla, así sea la de su ideología, es decir, por fuera de las instituciones. Prometió no perpetuarse en el poder, "como otros quisieron hacerlo", y está luchando para quedarse.
Para tal efecto, ya envió mensajeros: la senadora Zuleta, amanuense suya, que salió a decir, "No es el presidente el que está hablando de reelección. Somos muchos de los activistas que queremos y la estamos promoviendo…". Sin duda, es un mensaje directo a través de su alter ego. El otro correo humano que actúa como ventrílocuo es el nefasto exfiscal Montealegre, quien, acudiendo a sus ya conocidos disparates, dijo que sería "legítima una constituyente por decreto para extender el período de Petro". Desde luego, varios exmagistrados y connotados constitucionalistas, estos sí serios, respondieron que es un adefesio.
Como era de esperarse, Petro afirmó: "A mí personalmente no me interesa para nada la reelección". Y está diciendo la verdad, porque hablar de "reelección" implica ir a las urnas y competir democráticamente con otros candidatos; le es más seguro tomar el atajo de la revuelta, imponer la teoría de su funesto jurisconsulto y acudir al papel de asaltante del camino. Es decir, utilizar la ‘pesca milagrosa’ que inventaron los grupos criminales, en esta oportunidad, cobijado con las prendas oficiales del Estado para secuestrar la democracia.
Conocido el problema y advertidos los colombianos, estamos obligados a buscar y aplicar la solución, como acertadamente lo planteó el expresidente Iván Duque: "De cara al 2026, debe existir una gran convergencia de candidatos que defiendan la democracia, el libre mercado y la seguridad. De esa convergencia debe surgir una gran fuerza de unidad nacional que enfrente el proyecto demagógico y autoritario que busca doblegar las instituciones de nuestro país".
Afortunadamente se está ambientando la unidad de todas las fuerzas de oposición democrática para enfrentar la amenaza latente. Es indispensable la férrea defensa de la Constitución y las instituciones que anuncian integrantes de la Fuerza Pública. Tendrán el apoyo de la ciudadanía y del sector privado.
@ernestomaciast