Creo profundamente que todo lo que ocurre tiene sentido y por ello opto por fluir con lo que la vida trae en cada momento. De la misma manera, creo que somos sistemas que hacemos parte de sistemas mayores, que estamos íntimamente interrelacionados con todo lo que existe y desde esas relaciones construimos aprendizajes vitales. A raíz de los resultados electorales del domingo pasado me he dado esta semana a la tarea de reflexionar sobre lo que hay en este momento presente, ante lo cual tengo dos opciones: luchar contra eso que no me gusta o identificar las maneras que tengo para seguir construyendo. Los sistemas sociales, como todos los sistemas, tienen sus propias dinámicas de auto-organización, auto-creación y auto-sostenimiento, como nos lo ayudaron a comprender desde la biología molecular los profesores chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela. Esas dinámicas no suceden por casualidad sino por la regulación propia de cada sistema. Entonces, desde esa lógica en la que creo, comprendo que el panorama político en Colombia sea el que es y no otro, el que yo quisiera.
Ningún sistema logra el punto crucial de dar un salto cuántico sin estar listo para ello. Alcanzar el punto de masa crítica para el cambio no es un proceso que se dé de la noche a la mañana, sino que implica la secuencia de antecedentes que paulatinamente vayan construyendo una tendencia. Si nuestra sociedad permanece por más tiempo en el statu quo que ya conocemos -con sus virtudes y defectos, pues nada es totalmente saludable ni nocivo- es porque eso corresponde para seguir aprendiendo, para continuar un camino de integración en esta porción de espacio-tiempo en la cual vivimos. Claro que se están dado transformaciones importantes; por supuesto que se está construyendo -con más contundencia que antes- una masa crítica que cuando corresponda permita el avance a otros sistemas. Mientras tanto, y siguiendo las sabias enseñanzas de Charlotte Joko-Beck y David Smith, la vida es tal como es, no necesariamente como quisiera que fuera.
Necesitamos seguir transitando hacia el amor, como fuerza vital que mueve todo lo que existe. Precisamos que nuestros gobernantes, legisladores y jueces trabajen motivados por esa fuerza, haciendo lo que les atañe y ceñidos a la ley. Quien llega a ocupar un cargo con una responsabilidad tan grande para determinar el rumbo de una sociedad requiere estar conectado con la fuerza suprema del amor. Ese es mi deseo, que puede ser utópico. Cada quien, desde su nivel de consciencia, está listo para ver únicamente lo que su grado de evolución le permite, así se le quiera mostrar otra cosa. No podemos construir un texto medianamente legible sin haber pasado por la comprensión elemental de la gramática. Un niño de seis años no puede aún entender el mensaje profundo de Cien años de soledad. Ya podrá, está en ese proceso y tomará su tiempo. Podemos, entonces ser compasivos y acompañar a ese niño en su aprendizaje. Mi opción es fluir, no luchar.