Sube la temperatura | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Febrero de 2017

En estos últimos días los residentes y transeúntes de la Bogotá, que se preciaba de estar 2.600 metros más cerca de las estrellas, acostumbrados a echar manos de las gabardinas, los abrigos, buzos y chaquetas de su perchero, han tenido que apelar a prendas veraniegas propias de calentanos, al tiempo que les ha tocado reemplazar los paraguas, que les servía para guarecerse de la inclemente lluvia, por las sombrillas para protegerse de los rayos de un sol canicular. El pasado 8 de febrero el termómetro marcó una temperatura de 25.1 grados Celsius la más alta desde que se llevan registros hace 60 años.

Lo más preocupante de esta alarmante ola de calor es que no sólo no es coyuntural ni local, sino que es una tendencia en todo el orbe y se debe al calentamiento global, que tiene un impacto planetario. Como lo sostiene el columnista del Financial Times, Martín Wolf, “no está ocurriendo ninguna desaceleración en los índices subyacentes de aumento de la temperatura”.

De hecho 2016 fue el año más cálido que se haya registrado en el mundo desde 1880, superando el récord alcanzado en 2015, el cual superó el de 2014 en 0.3 grados. La temperatura media global, según la Organización Meteorológica Mundial, ya supera 1.2 grados Celsius la de la era preindustrial, a apenas 0.8 grados de los 2 grados considerados como el punto de no retorno del apocalipsis al que puede precipitar el cambio climático a nuestro estragado Planeta.

No hay duda que existe una estrecha correlación entre la elevación de la temperatura promedio en el planeta Tierra y la creciente concentración de CO2 en la atmósfera. Con la revolución industrial se dispararon las emisiones de GEI y desde entonces su concentración en la atmósfera no ha hecho más que crecer exponencialmente. Es de anotar que en  2016  se batieron todos los records anteriores al sobrepasar peligrosamente el umbral de las 440 ppm.

No hay duda de que el calentamiento global es una realidad y llegó para quedarse. El cambio climático que lo provoca y los “fenómenos” extremos de sequía e inundaciones que lo acompañan no obedece a ciclos, lo que permitiría su predicción, son, en cambio recurrentes e intempestivos. De allí que sea más apropiado hablar de desorden climático, pues llueve en verano y escasean las lluvias en la temporada invernal. Es más, nos atrevemos a decir que ya no podemos seguir registrando al Niño y a la Niña como “fenómenos”, porque dejaron de serlo para convertirse en la nueva normalidad.

El impacto y los estragos del calentamiento global no se han hecho esperar. Las sequías, las inundaciones, los incendios forestales y huracanes, cada vez más frecuentes e intensos, se han duplicado desde 1990. En el lapso comprendido entre 1996 y 2015 se presentaron 11 mil “fenómenos” extremos y devastadores, los cuales causaron más de 500 mil muertes aquí, allá y acullá.

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