El diálogo político con las Farc fue propuesto por el Presidente Andrés Pastrana (1998-2002) en el marco de un país con más de 200 municipios sin autoridad legal, 3 mil secuestrados y 500 soldados y policías en manos de la subversión. Fue una política de Estado que comprendía, además, una reforma política para la modernización de las instituciones y la búsqueda de la co-responsabilidad de los países consumidores de droga.
Con una brillante gestión internacional, el gobierno Pastrana recuperó la imagen de Colombia ante el mundo y pronto dejamos de ser considerados un estado-fallido. Fue entonces, cuando se logró que Estados Unidos y Europa declararan a las Farc como una organización terrorista. El exitoso Plan Colombia facilitó la renovación de las Fuerzas Armadas y de Policía y el programa Familias en Acción inició en Colombia el combate contra la pobreza. Esa política contó con el respaldo de todos los partidos y fuerzas ciudadanas. Nunca ha habido dudas: la culpa del fracaso de los diálogos de paz en el Caguán la tienen las Farc.
Por eso, la carta del senador Hernán Andrade al expresidente Pastrana resulta ahistórica. Y, sorpresiva, puesto que, apenas fue elegido Presidente del Directorio Nacional Conservador, Andrade se dispuso a dialogar con los voceros de las distintas tendencias en las que hoy aparece disperso el conservatismo colombiano. Se interesaba en reglas de juego concertadas para decidir la candidatura única del Partido Conservador a la Presidencia de la República, 2018-2022. ¿Por qué abandonó tan buenos propósitos?. ¿Por qué esa acrimonia contra un jefe natural del partido en momentos de tanto riesgo para el conservatismo y para el país?. ¡Ojalá las meditaciones en Nepal lo retornen a la buena senda!
Ahora, ¿Qué se puede hacer para que el partido conservador no naufrague en el mar de escepticismo y desprestigio de la política que inunda a Colombia?. En estos instantes oscuros lo que corresponde es plantearle al país propuestas que hagan renacer la esperanza. Hay que dejar atrás los atajos del clientelismo corrupto y ofrecerle a la ciudadanía la seguridad de una democracia que preserve la libertad, luche por equidad social, defienda la iniciativa privada y facilite a todos el acceso a una pronta justicia.
Para tamaña empresa, el expresidente Pastrana debe abandonar el Olimpo, guardar sus hirientes flechas y conducir a todo el partido hacia lo que hemos llamado una nueva convivencia nacional. Una alianza de las fuerzas de centro-derecha, la cual, por si misma, sería la respuesta a las angustias ciudadanas, que se acrecientan cada día tanto por el inquietante ejemplo de Venezuela como por los funcionarios torcidos encontrados en el propio seno del gobierno y la Fiscalía.
En las horas de las dificultades es cuando surgen los grandes conductores. La ausencia de ellos, que hemos padecido los conservadores, debe ser acicate para tomar las banderas y señalar el rumbo. Soñamos con el momento en el cual nuestros dirigentes todos nos digan: nos hemos unido para conquistar el porvenir, nos hemos unido por el bien de Colombia.