Sustancia y totalidad | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Abril de 2023

Vivimos en un mundo dual, una realidad que interpretamos de forma dicotómica: bueno, malo; éxito, fracaso. Sin embargo, también podemos elegir vivir en la unidad.   

Tenemos un gran problema como herencia de la Modernidad: creer que solo existe aquello que percibimos con los sentidos, de lo cual se ocupan las ciencias básicas clásicas, que no están desfasadas en su actuar, pero que sí resultan insuficientes para comprender la vida tal como es. Cuando ampliamos la mirada, para lo cual nos sirven las ciencias de frontera -la física y la química cuánticas, la biología molecular, las ciencias de la complejidad…- que dialogan abierta y directamente con la espiritualidad, podemos reconocer que existen otras realidades, no duales, integradas, totales, a las cuales tenemos acceso.

Lo anterior no es novedoso, pues las grandes tradiciones de sabiduría nos lo dicen desde hace milenios. Lo interesante es poder llevarlos a nuestra cotidianidad, para tener una vida más plena. Los días se nos enredan porque andamos divididos: en muchas de las situaciones que experimentamos una cosa dice la cabeza, otra el corazón y otra nuestras acciones, lo que nos complica la toma de decisiones, la manera en que nos relacionamos, la forma de expresamos el afecto y cómo desarrollamos nuestro proyecto de vida. En la medida en que comprendamos que somos una totalidad y que estamos completos nos va mejor. 

Para ello requerimos cambiar nuestro enfoque vital: generalmente pensamos que los días grises son malos y los soleados, buenos; que hay unas personas mejores que otras, cuando la verdad es que todos somos compañeros de prekínder, y que hacemos lo que podemos con la información que tenemos. Adjetivamos la vida y tal vez eso no sea tan necesario: los días sencillamente son, unos lluviosos, otros con sol, siempre oportunidades para crecer. ¡Cuando aceptamos las cosas tal y como son, sin rótulos de ningún tipo, salimos de la dualidad!

No se trata de no desearnos mutuamente los “buenos” días, una acción bonita que nos hermana, como tampoco de creer que todo vale ni de que no corrijamos nuestros errores y activemos el perdón. Creo que el camino sano es aquel que nos permite integrar en vez de fragmentar, pero hay palabras que no nos ayudan en el intento, porque nos mantienen en la competencia y la división. Podemos aprender a guardar silencio, con la voz y con la mente. Claro que ello es difícil, pues tenemos la costumbre de poner en palabras todo cuanto nos ocurre. ¿Y si nos entrenamos en solo inhalar, exhalar, guardar silencio y aceptar lo que vivimos, sin etiquetarlo? ¿Si nos quedamos con los sustantivos, lo sustancial? El café es café; el chocolate, chocolate… Yo soy, a secas.

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