En los procesos parlamentarios se convierte en ley lo que el consenso construye, a menos que haga presencia la aplanadora de las mayorías. En otras palabras y por regla general, sólo se legisla en las materias donde la voluntad política logra ponerse de acuerdo.
En Colombia desde 1989, cuando se expidió el Estatuto Nacional de Protección Animal, no se consideran crueles algunas actividades donde se usan animales como en las corridas de toros y desde esa época se viene librando una batalla que, en sus versiones más extremas, pretende su abolición absoluta o su existencia sin cambio alguno.
Elegimos a Gustavo Petro porque era el candidato que enarbolaba la bandera de protección animal, pero en su gobierno se destacan las contradicciones. A las primeras de cambio, la Presidencia está comprando tendidos de cama hechos con plumas de ganso, su aliado y presidente del Congreso, Roy Barreras, declara el Capitolio como un lugar amigable con los animales. Para eso solamente les alcanza el animalismo, de fondo no hay mucho. Este gobierno con sus mayorías parlamentarias permitió el hundimiento del proyecto presentado por el representante Losada que buscaba poner fin a la tauromaquia; está vivo el proyecto de Ley 085, de autoría de la senadora Andrea Padilla y sacarlo adelante requiere un mensaje de apoyo claro desde la Casa de Nariño.
Treinta y tres años de lucha legislativa entre taurinos y animalistas no han servido de mucho, las líneas del frente no se han corrido lo suficiente para ver a alguno de los bandos vencedor en el futuro próximo. Las frustraciones se vienen acumulando sin remedio y los toros siguen viviendo su trágico destino; el animalismo asiste impávido a la celebración de la fiesta brava, a pesar de las restricciones; los taurinos celebran sus festividades en medio de acciones judiciales y el rechazo de muchos sectores, sin dar su brazo a torcer. En cada periodo legislativo las frustraciones, acusaciones, insultos, difamaciones y otras especies van y vienen, sin que esto tenga pinta de cambiar.
Hoy el consenso parlamentario se diluye, la voluntad política para abolir la tauromaquia es esquiva. No nos digamos mentiras, no nos llamemos a engaños, es el poder político el que condiciona lo jurídico t de no actuarse sagazmente en política difícilmente tendremos un marco jurídico que evite la crueldad en las practicas taurinas.
Con franqueza y pragmatismo el animalismo debe cambiar de objetivo de corto y mediano plazo. Como dice el profesor David Favre, hay que avanzar en favor de los animales como lo hacen los niños cuando están aprendiendo a caminar, paso a paso. Sigue la eliminación de la crueldad y tal como lo sostiene el profesor Robert Garner, citado por la senadora Andrea Padilla en su obra Derecho Sintiente, nos corresponde hacer propuestas aterrizadas, actuar en el mundo real, no en el ideal. Si no cambiamos de objetivo seguiremos viendo toros y caballos sufrir y morir en la arena. Hoy lo más real es abolir la crueldad, de lo demás que se encargue el tiempo. Ceder para avanzar en favor de los animales ¿podremos hacerlo?
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