La situación venezolana amenaza con caernos encima. Nuestra cercanía geográfica, la nueva alineación geopolítica internacional para cercar a Maduro, donde Colombia es protagonista, la inmigración masiva y el accionar terrorista del Eln, hacen temer que, inevitablemente, estos temblores sucesivos, deriven en un terremoto. Es inevitable que nos inquiete la creciente sismicidad que padece Venezuela, nos estremece y amenaza la seguridad nacional.
Los acontecimientos siguen escalando. El frágil equilibrio de la situación cambió. Maduro se sentía cómodo, amparado de manera sistemática por la izquierda internacional y los buenos oficios de los países democráticos. A pesar de la debacle económica, los nexos con el narcotráfico, la corrupción estatal, el amparo a grupos terroristas, el desconocimiento de las normas fundamentales de la democracia, la persecución, encarcelamiento y muerte de opositores, fungía, hasta hace muy poco, como Presidente, que aunque daba declaraciones altisonantes, mantenía interlocución a nivel de gobiernos democráticos. Gran parte de la comunidad internacional cayó en su juego. Algunos mediadores, bienintencionados, le abrieron espacios de interlocución y “diálogo” con la oposición, que él usó, de manera estratégica, para ganar tiempo y atrincherarse en el poder.
Mientras “combinaba las formas de lucha” usó los instrumentos de la diplomacia internacional para sostenerse. Pero, los últimos acontecimientos demuestran que la comunidad internacional despertó y lo cercó.
Quizás, el caso más elocuente de esta situación fue el del Papa Francisco, quien llevado por el deseo sincero de evitar el derramamiento de sangre, proteger al pueblo y buscar la unidad, llamó, en varias oportunidades, al diálogo entre el gobierno venezolano y la oposición. Hace un año insistía en “retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano”. Sus declaraciones en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, evidencian, con claridad, que su deseo de paz en Venezuela, no puede ser instrumentalizado.
El Santo Padre evitó, cuidadosamente, usar la palabra diálogo: “He pensado mucho en la gente de Venezuela, con quien me siento particularmente unido en estos días. En vista de la grave situación que atraviesa, le pido al Señor que busquemos y alcancemos una solución justa y pacífica para superar la crisis, respetar los derechos humanos y desear solo el bien de todos los habitantes del país”. Inmediatamente después, calificó de “terrorismo” al atentado del Eln contra la Escuela de Policía General Santander, en Bogotá, y rindió un homenaje sin precedentes a la memoria de los cadetes sacrificados.
Para nadie es un secreto la estrecha relación del Eln con el gobierno de Maduro y la amenaza terrorista que se cierne sobre el país. Las “réplicas” del carro bomba aún se sienten.
Basta repasar las declaraciones de hace unos meses, del “gestor de paz” del Eln, Carlos Velandia, excarcelado por el gobierno anterior.
“Muy seguramente si hubiera una intervención extranjera contra Venezuela, el Eln tomará partido y tomará partido del lado de la revolución venezolana. Venga el ataque de donde venga y realícelo quien lo realice (incluso Colombia), el Eln es una organización con armas y pondría las suyas a disposición de la defensa de la revolución”.