El frenazo de la economía española, con un irrisorio crecimiento del PIB en el primer trimestre de sólo el 0,3% y una inflación desbocada que ha llegado a rozar el 10%, abre un camino de incertidumbre que los españoles llevan notando desde la cuesta de enero. No se llega a fin de mes, el encarecimiento de los productos básicos y la cesta de la compra retraen el consumo. Y, pese a las alegrías de una Semana Santa con los hoteles llenos, el turismo, por sí solo, no levanta la economía.
Vuelve a subir el índice de familias con todos sus miembros en el paro y sube también, por primera vez en seis años, el euribor; lo que encarecerá las hipotecas variables, las que más se firman.
Con todos estos datos solo cabe vaticinar que vienen tiempo duros para el bolsillo de los ciudadanos a los que la pandemia había permitido hacer una hucha a cambio del confinamiento. Si ya la moral social andaba un poco por los suelos tras esa crisis, ahora, el cansancio y la fatalidad rebasan lo tolerable. De ahí que el Gobierno, incluso la sesuda vicepresidenta Calviño, haya perdido cualquier capacidad de convencer a su electorado y a los ajenos de que vendrán tiempos mejores y solo hay que esperar a 2023.
Sus previsiones de crecimiento se han derrumbado. De vender en los presupuestos de este mismo año una previsión de 7%, han tenido que recortarlo al 4,3% y el año que viene bajando. Calviño y Montero confiaban en que los ciudadanos rompieran las huchas de sus ahorros pero el consumo se ha desplomado por la incertidumbre y, ahora más que nunca, el que más o el que menos aprieta fuerte la cartera y sella sus bolsillos para no gastar.
Falta pedagogía, falta una explicación a los ciudadanos de porque se pone en riesgo el suministro del gas argelino en plena invasión de Ucrania y con los socios europeos atrapados en el chantaje de Putin.
Si la ministra portavoz, Isabel Rodríguez García, en lugar de utilizar las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros en una retahíla de frases de argumentario, explicará las medidas y decisiones del Ejecutivo, se podría entender porque el "maná" de los fondos europeos no está llegando a sus destinatarios. Porqué veinticuatro mil millones (se dice pronto) de los presupuestados el año pasado no se han ejecutado. ¿Qué se está haciendo mal y quien es el responsable? ¿Va a pasar lo mismo con los veintiocho mil de este año? Y este era el motor que nos iba a sacar del pozo...
Vienen tiempos duros para las familias y la ciudadanía está harta de apretarse el cinturón.