El simpático tema de la adicción presidencial por el café me hizo retroceder a mi claustro universitario, cuando solía pasar buena parte del día en la cafetería dándole “recreo a la vista” por donde solían desfilar lindas niñas y varias reinas de belleza. En Comunicación Social, a fines de los 70s, fui compañero de una Señorita Cundinamarca, Patricia Fernández, que sencillamente “paraba el tráfico” en tiempos en que también estudiaba Diseño Industrial Miss Colombia 76, una muñeca bajada del cielo de Buga por el Milagroso, que respondía al nombre de Aura María Mojica; en las aulas de Derecho, luego, alcancé a conocer a la huilense María Pía Duque, sobrina de Olga Duque de Ospina (q.e.p.d.), casada con un hijo del expresidente Mariano Ospina Pérez.
Nuestra única Miss Universo (2014) viviente, y en mi sentir la más hermosa de todas las reinas colombianas, la barranquillera Paulina Vega, es egresada de Administración de Empresas en la misma Pontificia Universidad Javeriana y si lo hubiera sabido, me habría matriculado en cualquier diplomado, sólo para verla desfilar en la cafetería; es decir, por culpa de la cafetería, mi adicción era doble: al café – al menos 6 tazas al día- y “darle de comer al ojito” en esa improvisada pasarela, y me estaba enfermando, porque en las noches sólo dormía pesadillas, por ambas razones, y debí recurrir a mi médica “pediatra” de San Ignacio, quien me redujo drásticamente el consumo de la bebida, pues me explicó que el exceso de cafeína alteraba el sistema nervioso y me estaba afectando el tálamo y el hipotálamo. Con respecto a la otra adicción del apetito, no había nada que hacer, pues en ese tiempo yo no hacía milagros por pura pereza y en punto de mis sueños… tenía más carne un mal pensamiento de Fray Luis Gonzaga.
Pero la adicción presidencial sí me preocupa enormemente, pues a las personas el café los puede afectar de diferente manera y si a mí me altera el sistema nervioso, al hombre no lo deja dormir y le provoca alucinaciones y pseudologías fantásticas que quedan registradas en unos tweets noctámbulos que dan órdenes y contraórdenes, casan peleas, toman decisiones arbitrarias, se desautoriza a un pálido y añejo Canciller que en un momento de lucidez condena hechos de terrorismo dentro de Israel y al minuto su jefe despotrica del gobierno de ese país, pudiendo arrastrarnos a cualquier guerra, por puro capricho, como consecuencia de esa desbocada conducta adictiva.
Y también me preocupa que con sus sospechosas invitaciones a tomar café de pronto pueda llegar a contagiar a un expresidente totalmente “zanahorio”, que sólo consume valeriana y a duras penas se toma un tintico – sin derramarlo- al momento de montar sus briosos corceles de paso fino y qué tal que lo vuelva “adicto”, porque allí sí sería la debacle presidencial y nos tocaría a todos salir galopando para la Franja de Gaza en busca de gasa fresca para curar nuestras heridas.
Post-it. Hablando de “adicciones”, nuestro Canciller Augusto también tenía una, como Olga Duque: a los fríjoles, que él mismo preparaba, con tremendo y exquisito chicharrón de ocho patas, platillos que servía a manteles en reuniones de trabajo en el Palacio de San Carlos, en tiempos telúricos de hombres recios, cuando se despertaba el “león dormido” a tragarse Armero y el M-19 se metía al Palacio de Justicia, con Pablo, a masacrar magistrados.