Los usuarios de Transmilenio sabemos que en hora pico para llegar a tiempo, se necesita al menos de una hora adicional antes de lograr subirse a un bus articulado repleto de gente. Solo una de cada diez personas según la encuesta Bogotá Cómo Vamos, se siente satisfecha con el servicio.
No es una experiencia agradable. Es un servicio inseguro e incómodo. Esta semana en uno de los trayectos que recorrí, viví la angustia de una mamá que llevaba a su bebé en coche a las siete de la mañana y necesitaba bajarse en la estación de la Avenida Suba con calle 100. Los 250 pasajeros gritamos al chofer con angustia antes de que volviera a cerrar las puertas y apiñuscarnos de nuevo, “un momeeeeeentoooooo que hay que bajar un cooooocheeeeee”.
Viajar espichado no es agradable, aunque ya sé que me van a decir que en el metro de Tokio es así, con la diferencia de que la ciudad japonesa es por lo menos una urbe moderna y nosotros estamos en camino (lejos) de serlo. En Transmilenio se llega al destino sí y más rápido también, pero hace falta corregir varios aspectos. Se necesita de una pedagogía urgente con los conductores. Muchos no manejan como si llevaran seres humanos. Ni al ganado se le debería llevar así. Frenazos, arrancadas y altas velocidades hacen que los que vamos adentro nos movamos como en una licuadora. En estos días pensé “hasta se le descuelgan a uno las tripas en este sangoloteo”. Hay que mejorar el sistema de manera sustancial con los activos que ya existen: buses, recurso humano, operadores, estaciones, troncales, seguridad, ciudadanos, todo el paquete incluido que contribuye a que funcione (o no) el sistema. Hay que mejorar e incrementar las frecuencias y hacer las rutas más eficientes porque no son suficientes frente a la demanda. Hay que hacer capacitación también a los conductores del SITP que incumplen normas de tránsito, los buses SITP “Provisional” que son chimeneas ambulantes tienen que salir de circulación y promover adquisición de flota amigable con el medio ambiente, hay mejorar el acceso a los puntos de recarga de las tarjetas Tu Llave para evitar el mercado negro que existe (y al que nadie le para bolas) de venta de tarjetas, limpiar estaciones, asear buses en su interior, prender las luces de la cabina cuando se transita por deprimidos, arreglar ventanas que se puedan abrir para que en el espiche circule el aire (contaminado, pero que circule), más seguridad en las estaciones y buses, programar desde ya la compra de los próximos articulados con tecnologías amigables con el medio ambiente. Y sobre todo el sistema necesita más ciudadanos respetuosos. No puede seguir pasando tampoco que el bus de Transmilenio sea el anti-ejemplo de una anti-política medio ambiental.
La troncal de la Avenida Boyacá y el de la Avenida Ciudad de Cali son en extremo necesarias y hay que construirlas para beneficiar a 2 millones de usuarios del occidente de la cuidad. Desde ya anuncio que el Transmilenio por la Séptima no me gusta ni cinco.
Pero además, Transmilenio para las personas en condición de discapacidad no proporciona ni dignidad, ni seguridad, ni es incluyente. Igual pasa con los niños y adultos mayores. Transmilenio debe contribuir con el bienestar de los ciudadanos. El problema
de la movilidad no es un asunto de kilómetros recorridos en un tiempo determinado, tiene que ver con la vida misma, con poder llegar al trabajo y a nuestros hogares para estar con nuestra familia.
Bogotá necesita una líder que se unte de los problemas, los haya vivido y lidere las soluciones que inspiren acciones colectivas para que entre todos podamos disfrutar de Bogotá, nuestra ciudad-hogar.