Es curioso: las propuestas de Petro en esta campaña -o algunas al menos para ser exactos- se están pareciendo mucho a las de Trump. Pienso especialmente en sus tesis sobre el manejo de los aranceles.
Trump utilizó profusamente los aranceles como un arma arrojadiza que lanzaba a sus adversarios, especialmente a la China cuando algo lo disgustada. Era su política predilecta. Le subió aranceles al aluminio, al acero, a los textiles, a las prendas de vestir, a los micro conductores, etc. A veces ponía límites perentorios: “o me bajan en tanto por ciento el superávit comercial que tienen con los Estados Unidos o les subo más los aranceles”, decía. En ocasiones lo hacía con propósitos geopolíticos: como cuando subió los aranceles para influir sobre la política energética.
Nada de eso funcionó. China continúo con un alto superávit comercial frente a los Estados Unidos; la OMC le abrió varias investigaciones a los Estados Unidos por violar normas vinculantes del comercio internacional; los consumidores quedaron enojados pues los mayores precios de los bienes importados, por razón de los aranceles, se les trasladaron; y toda la comunidad de granjeros y agricultores norteamericanos protestaron pues la reacción del mundo golpeado con los aranceles de Trump fue la de retaliarle con igual moneda.
Ahora Petro propone utilizar los aranceles para proteger cuatro sectores escogidos. La agricultura, las materias primas para procesar alimentos, los productos de cuero y los textiles. ¿por qué no otros sectores, igualmente amenazados con la competencia internacional? No se sabe.
Una primera reflexión es la de que los aranceles no se pueden subir en el mundo contemporáneo a niveles estratosféricos que cada gobierno decida. Todos los países que somos miembros de la OMC, como lo es Colombia, tienen unos techos máximos (aranceles consolidados) hasta los cuales se pueden subir los aranceles. Pretender cambiar un modelo económico en base a mover aranceles es un debate sobrepasado, que, si tuvo alguna vigencia en el siglo XIX, hoy no lo tiene.
¿Qué hay que proteger más a la agricultura? Claro que sí. Pero la manera inteligente de hacerlo no es a punta de aranceles sino estimulando la producción eficiente de alimentos con medidas internas distintas a los aranceles. Pienso sobre todo en la producción de maíz para lo cual tenemos tierras y vocación maicera. El 60% de los alimentos que está importando Colombia es maíz. Podemos y debemos incrementar la producción doméstica. Pero no a punta de aranceles sino de políticas de fomento internas eficaces e inteligentes.
Hace algunos años pusimos en marcha una estrategia que se denominó “país maíz” que dio buenos resultados y que se está replicando. Pero a la cual hay que darle una mayor dimensión. Lo que no podemos es pretender acabar de la noche a la mañana con importaciones como las de maíz, de las cuales depende en alto grado la industria avícola; y de donde proviene la mayor cantidad de proteínas animales que consume el pueblo colombiano.
No hay que olvidar, tampoco, que aranceles excesivos estimulan el contrabando y terminan encareciéndole el costo de vida a los consumidores. Que fue lo que le sucedió a Trump con sus atolondradas alzas de aranceles.
Lo malo no es que se pueda importar al país. Lo grave es que esas importaciones lleguen al amparo de subsidios y de competencia desleal prohijada por la competencia internacional. Para ello -en vez de mandar los aranceles a las nubes- hay que aplicar con mano dura y rápida los instrumentos antidumping -que ya existen- pero que los temerosos funcionarios del ministerio de comercio exterior se mueren del susto aplicar.
Igual cosa puede decirse de los mecanismos para luchar contra el contrabando que hay que reforzar. Los países más abiertos del mundo tienen a su vez las aduanas más severas. La libertad de comercio no significa aflojar las riendas en el combate al contrabando. Y no deben confundirse uno con otro. Al contrario: más aranceles exacerban el contrabando.
Pero así sea un debate anacrónico, al de los aranceles hay que darle la bienvenida. Es mejor tema de discusión para el futuro de Colombia que las peleítas de mecánica política en que andan enfrascadas las coaliciones de candidatos presidenciales.