Con el triunfo de Joe Biden el mundo ganó, de eso no cabe ninguna duda, pero la necesidad de reconciliar a una sociedad dividida requiere de una profunda autocrítica de todas las partes, sobre todo de aquellas que han tenido el privilegio de ser más educadas.
Lo que pasa en el norte es un reflejo de lo que experimentamos en nuestro territorio, por eso el análisis que de allá se haga, es un insumo valioso para corregir los propios destinos. No en vano durante toda la semana hemos estado siguiendo minuto a minuto cómo se desarrolla la contienda electoral en Estados Unidos.
Biden ha sido el presidente electo que ha recibido una mayor votación en toda la historia de ese país. No por lo que representa, sino por no ser Donald Trump. Sin embargo, el fenómeno Trump y el apoyo de la mitad de la población a sus posturas es una alerta roja que ha estado ahí desde hace cuatro años y que aún no se ha podido, o no se ha querido enfrentar. Esa distancia entre el ciudadano rural y urbano es un abismo que solo se cierra si aquel que está en la ciudad, mayormente educado es empático y logra entender las motivaciones de su contraparte para apoyar un proyecto político tan radical.
En cierta medida, la falta de entendimiento de ese otro que piensa distinto, explica por qué fallaron una vez mas las encuestas. No lo hicieron de forma crasa como hace cuatro años, pero se volvieron a descachar. Y la razón es que existe un voto vergonzante. Desde la opinión publica se ha venido instaurando una narrativa en donde se sataniza a quien no piense de la manera establecida. La proliferación de las redes sociales y el dominio de un discurso que califica de políticamente incorrecta una forma de pensar, hizo que los ciudadanos mintieran a la hora de responder por quién iban a votar.
Es ahí, donde desde nuestra orilla, sobretodo si esta es privilegiada, por la posibilidad tener acceso a la educación y por contar con el tiempo para leer y pensar -es que debemos tender puentes y tratar de dialogar con quiénes hemos discriminado desde la soberbia intelectual-. Un mea culpa por pensar que ciertas voces no tiene cabida en una sociedad. Por no entender que a pesar de no ser válidas todas las ideas, estas deben debatirse y refutarse. Pues intentar aniquilar un discurso, como se ha vuelto costumbre a través del linchamiento publico, solo le da más fuerza.
Por eso alivia escuchar el discurso de Biden al decir que será el presidente de todo el país, pidiendo a cada ciudadano que se acerque a un vecino que piense distinto. Sabe que tendrá que alivianar las pugnacidades raciales y divisiones sociales que han venido creando una tensión que está en ebullición en su país. Tarea titánica la que tiene, y tal vez no podía ser otro distinto a él - hombre blanco del establecimiento- el que pueda lograrlo.
Tristemente en Colombia el presidente Duque dijo lo mismo, pero no ha habido un atisbo de intención en cumplirlo. Ojalá en el norte les funcione y así tengamos aquí un ejemplo palpable para seguir.