Casi todos los días se hacen análisis sobre la violencia en Colombia, como sobre los acuerdos de paz y los esfuerzos para lograrla, en lo que de alguna manera han estado comprometidos los gobiernos de lo que va de este siglo. A menudo se publican estudios sobre la violencia, sus alcances, número de hombres, armamento, zona geopolítica que dominan. Hemos tenido efectivos militares en acción capaces y valientes, que han logrado victorias como el rescate de Ingrid Betancourt, que se hizo con tal valor y pericia que sacudieron la opinión internacional. También se han presentado fracasos estruendosos, en particular cuando se envía a las tropas bisoñas a zonas selváticas del conflicto, en donde no se encuentran con los subversivos sino con enfermedades endémicas que los afectan, en ocasiones, para siempre.
Es común que algunos de los que escriben sobre la violencia rural recuerden al general Álvaro Valencia Tovar, quien defendió el esquema de guerra sicológica mediante operaciones cívico-militares, lo que por un tiempo sirvió para conseguir el apoyo de la población en las zonas de violencia donde se sucedían los episodios sangrientos, por cuenta de elementos armados que en algunos casos habían sido entrenados en Cuba. Hablando con oficiales del Perú que estuvieron en la lucha con Sendero Luminoso, me comentaban que ellos hicieron labores de penetración cívico-militar, sin hacer propaganda pública, sino bajo el esquema de contactos discretos con el campesinado, dado que allí ese grupo era tan fuerte que, de enterarse de contactos entre la fuerza pública y los campesinos, no vacilaban en ejecutarlos. No obstante, las buenas relaciones entre los soldados y los campesinos, así como la actividad de los servicios de inteligencia, fueron definitivas para liquidar a Sendero Luminoso.
Me dicen que entre nosotros los mejores oficiales y expertos en lucha contra la subversión han sido retirados o pedido la baja, dado que en este gobierno no encuentran respaldo político, por el esfuerzo en el que se encuentra el gobernante en la vía contraria. Los gobiernos con la finalidad de alcanzar la paz transan la ley, perdonan a los subversivos y la justicia persigue, en ocasiones, a los soldados que cumplieron su deber. Además, los cultivos ilícitos y la minería ilegal financian a los subversivos.
Se dan tragedias como la del general Jesús Armando Arias Cabrales y los soldados que participaron en la acción de defensa de la democracia a tiros cuando el asalto al Palacio de Justicia por el M-19. En ese asalto, los soldados tuvieron el poder por varias horas, dado que dejaron de comunicarse con el presidente Belisario Betancourt, quien había propiciado toda suerte de acercamientos, diálogos y contactos con los subversivos para lograr avanzar en su política de paz. Esfuerzos que los del M-19, confundieron con debilidad de parte del gobernante.
Los militares que logran liberar en acción intrépida el Palacio de Justicia, bajo el mando del general Arias Cabrales, bien podían en vez de retirarse a los cuarteles, seguir hasta el Palacio de San Carlos y deponer al presidente. Al considerarlo, en parte, responsable del ataque al Palacio, al darles demasiado aliento a los subversivos. Belisario, fue el primer presidente conservador en buscar una paz negociada y estaba en su derecho. No se alzaron nuestros militares por estar al servicio de la democracia. Cosa distinta, me comentaba por entonces un coronel argentino, quien aseguraba que sus soldados en ese mismo trance se habrían tomado el poder para combatir a fondo la subversión armada. A la que derrotaron militarmente en ese país, lo mismo que hicieron los ejércitos de Chile, de Brasil, de Venezuela, de Perú, Uruguay y los intentos desestabilizadores en Paraguay e incluso en Bolivia donde cae el Che Guevara. Así como en el Ecuador someten a los subversivos.
Al general Arias Cabrales, en otro país, lo habrían condecorado por salvar la democracia, defender los magistrados y servidores de la justicia. Aquí, injustamente, años después lo despojan hasta de sus condecoraciones. La justicia debe ser para ambas partes. En tanto, los del M-19 que atacaron el Palacio de Justicia fueron amnistiados. Concordante con esa amnistía se ha debido acordar la de los militares. La sociedad está en mora de reparar la infame injusticia contra el general Arias Cabrales y amnistiarlo, devolverle sus grados y libertad.