Dolor de Patria es lo que se siente con todo lo que está sucediendo en nuestro país con referencia al presente cuatrienio que, con apenas siete meses, desde ya se perfila como el “más largo” de todos los que hemos soportado desde cuando logramos la independencia; y quién sabe si la democracia subsista para cuando acabe, porque lo que estamos viendo son añicos, “tiras de piel, cadáveres de cosas” (como diría el poeta) y remedos de institucionalidad fallida regados por todas partes, desde la Guajira hasta el Caguán.
El tono de la moral -ese repertorio de buenos valores- se ha ido rebajando de manera dramática y está que toca tierra. No de otra manera puede pensarse de las actuaciones anómalas y vergonzantes de la familia presidencial, que además salpica por lo menos a un ministro, por acción; y otro, el de Defensa (parecido a “Garganta de Lata”, porque no articula sonido alguno) se ve comprometido por omisión en ese trágico caso en San Vicente del Caguán, al negar ayuda humanitaria a sus hombres metidos en la boca del lobo (una cueva llena de narcoguerrilleros escondidos detrás de unos chalecos con letreros de guardias campesinas e indígenas).
Y el propio Min interior - enredado desde que fuera director del Sena en la era Santos- viene a calificar el actuar de esa caterva de criminales como “haciendo un cerco humanitario”, que él aplaude, quizás porque en vez de matar a 79 secuestrados inermes, pudiendo, sólo asesinaron a un agente de la policía, mientras al resto los acorralaron, insultaron y embutieron en un camión, como ganado, antes de perdonarles la vida y concederles el beneficio de la libertad. Tal vez sea una cuestión semántica del ministro, al confundir cerco con acorralamiento… son los alambres de púas de las cercas eléctricas y electrizantes que caracterizan el tono de la “moral oficial”.
No sé por qué se me ha dado en comparar este gobierno con varios espectáculos de entretenimiento en Disney - Orlando, que conocí hace casi diez años, en especial con tres de ellos: la Montaña Rusa en la que en lo más alto de ella el carruaje se detiene, con los pálidos turistas mirando hacia abajo del precipicio mientras se nos iban colgando yetis (abominables hombres de las nieves), cuales orangutanes o micos que nos quieren meter en esperpénticos proyectos de ley; el Hotel del Terror, en que uno se monta al ascensor y se descuelga a gran velocidad, sin freno entre pisos hasta casi aterrizar de barriga, pero sin hígados, y el Space Mountain -salto al vacío- experiencia espeluznante en medio de la oscuridad total -lo más parecido a la paz total- cuando acelera el tren diseñado en cápsulas individuales, una tras otra, y al llegar a tierra firme, de milagro, todos despelucados, le dice la mamá a nuestro niño, por consolarlo: “mi amor, pero tú estabas tranquilo, porque me veías a mí delante” y el chico le responde, aún tembloroso, pero con indisimulables ganas de repetir la dosis: “mami, yo sólo veía tu cadáver”.
Post-it. Hace un mes dos trabajadores del Ingenio del Cauca fueron asesinados, otro más herido y luego otro del Ingenio La Cabaña por criminales invasores armados, y todo como si nada. Claro, un solo Fiscal no hace verano cuando el invierno es General…