Congreso de los Diputados. El grupo socialista luce satisfecho y Pedro Sánchez mucho más. Han perdido las elecciones, pero han podido tejer una alianza con los partidos anti constitución que permitirán a Sánchez gobernar. Así que para el PSOE es un día de fiesta.
Y mientras se celebra el debate de investidura me pregunto la que se nos va a venir encima a todos aquellos que hemos alzado la voz y mantenido una postura crítica contra la vergonzosa ley de amnistía que va permitir repetir a Pedro Sánchez como Presidente.
No, no es alarmismo señalar que, entre otras decisiones de Sánchez, ese retorcimiento de la Constitución para aprobar una ley de amnistía, supone abrir la puerta de la democracia a la autocracia. Eso sí, con la complaciente complicidad de quienes le apoyan y le jalean y el silencio de quienes no quieren problemas y piensan que también esto pasará. Y sí, pasará, pero veremos qué queda después de que haya pasado.
Me cuentan que el Presidente y los suyos están convencidos de que sus principales adversarios, están en la Judicatura, en los medios de comunicación críticos y en buena parte del entramado empresarial. Así que pueden estar tranquilos todos los que guarden silencio amén de los que le apoyen explícitamente y, por contra, sentir el zarpazo de la intranquilidad todos los que hemos decidido no participar del silencio de los corderos y no jalear la decisión de Pedro Sánchez de conceder una amnistía a quienes pusieron en marcha un "golpe" contra la Constitución.
Sí, en ocasiones yo también tengo la tentación de callar, pero entonces me acuerdo de esa frase dicha por el filósofo y político irlandés Edmund Burke: "Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada". ¿Lo recuerdan?
No es que pretenda aguar la fiesta de la investidura, entre otras cosas sería un intento inútil porque mi voz no es importante, pero sí insistiré hasta quedarme ronca que la ley de amnistía pactada con Puigdemont y Junqueras es lisa y llanamente vergonzosa. Que París bien valdría una misa, pero que los siete votos de Junts son un precio ominoso a pagar para que Sánchez siga en la Moncloa y sobre todo, porque el precio no lo paga él, nos los hace pagar al resto de los ciudadanos malbaratando nuestra Constitución y pactando con quienes quieren invalidarla.
Y me sorprende el cinismo vergonzoso de algunos miembros del Gobierno y de otros que les apoyan, asegurando que cuando se mostraban en contra de la amnistía era porque no era esta, la que han pactado hasta las comas con Carles Puigdemont y los suyos. Cabría esperar que al menos tuvieran el pundonor de admitir que han cambiado de opinión por un motivo: comprar siete votos para que Pedro Sánchez sea Presidente.