No como cuento al miedo. No porque no lo sienta en ocasiones, pues es parte de la experiencia vital, sino porque cuando aparece evito identificarme con él y procuro dejarlo pasar para reconocer que el amor es la fuerza más grande de los multiversos, con la que resuena mi ser, el ser de todos. No decido desde el miedo, elijo desde el amor, no como emoción reducida sino como poder esencial, que se manifiesta en la montaña que es más vieja -más sabia- que yo, al igual que en el río, el páramo, el bosque tropical, los arrecifes de coral, los animales y todo en los ecosistemas. La fuerza que emerge en el otro con sus diferencias y su derecho a mejorar sus condiciones de vida. La fuerza a la que tenemos derecho y que está esperando siempre a que nos sintonicemos con ella. Necesitamos, conscientemente, hacer esa tarea de conexión, indelegable e impostergable.
No le tengo miedo a los supuestos saltos al vacío. Sin brincos valientes no habríamos avanzado como humanidad. ¿Acaso no fue osado dejar de creer que la tierra era plana y el centro del universo, sino que giraba -esferoide- alrededor de una diminuta estrella? Necesitamos más saltos cuánticos, más transformaciones en las maneras de relacionarnos entre nosotros, con el mundo y toda la existencia. Claro, para esos saltos anteriores -y para los que vendrán- se ha necesitado masa crítica; ella es posible a través del juego de la democracia. Los saltos los habremos de dar apalancados en la fuerza del amor. Aquí no hay nada romántico, es física cuántica aplicada: modificar la longitud de onda en la cual vibramos para evitar que el pasado nos alcance.
No vibro en la frecuencia de la minería extractiva, cuando el mundo avanza hacia formas de generación de riqueza respetuosas de los ecosistemas. Tampoco vibro con el fracking, pues ya conocemos formas limpias de generar energía. No vibro con la guerra, pues hemos probado ya formas pacíficas de resolver los conflictos y seguimos aprendiendo a construirlas. No vibro con la competencia feroz para obtener éxito, pues ya sabemos que la cooperación y la solidaridad nos permiten crecer a muchas más personas. Vibro con el trabajo honesto que da frutos, con la capacidad que todos tenemos para generar riqueza sin que ello implique quitársela a quien ya la tiene. Vibro con el reconocimiento pleno de las diferencias y los derechos humanos. Vibro con los aprendizajes en equidad, con oportunidades reales para todos.
Por eso vibro con la Colombia Humana de Gustavo Petro, Ángela María Robledo y millones de personas que quieren dar un salto hacia adelante que nos beneficie a todos y no uno hacia atrás que favorezca solo a algunos. Vibro en amor, sin miedo. No sé qué ocurrirá en las elecciones del próximo domingo; cualquier cosa puede suceder, todo es posible. Lo que haya de ser será lo que corresponde y los aprendizajes que de ahí se deriven serán bienvenidos. Avancemos hacia la humanización, demos la vuelta.