VICENTE TORRIJOS | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Octubre de 2013

Buenos vientos (II) 

 

Por eso, al nombrar como Secretario de Estado a un hombre tan sensato como sensible, el Santo Padre ha puesto de presente su voluntad de cambio, pues, no en vano, el cardenal Parolin acaba de aseverar que “el celibato no es un dogma de la Iglesia sino una tradición eclesiástica que se puede discutir”.

Dicho de otro modo, Francisco está dejando claro que a nuestra Iglesia le llegó el momento de dejar de ser autorreferencial, alejada y aislada de los fieles, o sea, una Iglesia bomberil que solo aparece para apagar incendios sociales o, peor aún, para crearlos, como sucede cuando en sociedades conflictivas se atreve a condenar como “enemigos de los procesos de paz” a quienes, democráticamente, expresan voces distintas a las del régimen imperante.

De ahí que sea necesario “superar algunas enfermedades infantiles”, cierto “progresismo adolescente” y preocuparse, más bien, por la vida espiritual de “quienes abandonan la Iglesia ; de aquellos que, tras haberse dejado seducir por otras propuestas, creen que la Iglesia ya no puede ofrecer algo significativo e importante”.

En resumen, dice el Papa, “una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de tantos hermanos y hermanas y se dé cuenta de ... las razones por las que se alejan”, o sea, una Iglesia “capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar ; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente”.

Pero que nadie se equivoque.  Soplan nuevos vientos, es cierto, pero son los mismos vientos que Cristo puso en marcha y que dulcemente han marcado siempre el sendero. Porque es el mismo Francisco quien le dice sin ambages a Eugenio Scalfari, el viejo director de La Repubblica

“La Iglesia, créame, no obstante su lentitud, sus infidelidades, sus errores y los pecados que pudo haber cometido y puede aún cometer en aquellos que la componen, no tiene otro sentido ni fin sino el de vivir y testimoniar a Jesús: Él que ha sido enviado ... a traer a los pobres la alegre noticia, a proclamar a los prisioneros la liberación y a los ciegos la vista, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor".