VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Abril de 2014

Nicolás Al Assad

 

Cada día queda más clara la metodología mediante la cual Nicolás Maduro tratará de perdurar en el poder. Calcando el procedimiento de Bashar Al Assad en Siria, el dinástico dictador criollo aspira a poner en práctica una interesante paradoja estratégica. Esa paradoja no es otra que legitimar la revolución chavista aunque ella se base en la represión, la persecución y la violencia. Para que semejante contradicción funcione, lo primero que él tiene que hacer es escudarse. Escudarse significa recurrir a un cinturón de seguridad formado por países del área y por potencias lejanas que estén dispuestas a ofrecerle una coraza.

Para esta tarea, el mejor socio que puede hallarse hoy día en el mercado del blindaje global es Rusia.  Rusia envió buques de guerra a Tartus y dejó claro que no iba a permitir una intervención extranjera ni el derrocamiento de Al Assad.  

Que es exactamente lo mismo que ha venido haciendo durante los últimos meses con Venezuela y sus escoltas en el Caribe, los miembros de la Alianza Bolivariana, o sea, Cuba y Nicaragua. Tras asegurarse este cordón sanitario, lo que seguramente hará Maduro es mostrarse receptivo, flexible y dialogante porque si de sostenerse en el poder se trata, lo mejor es dilatar la situación cuanto haga falta para oprimir y violar los derechos humanos pero conversando, negociando y sonriendo. Para ejecutar esa tarea, Maduro requiere de terceros que testifiquen, faciliten, transmitan o, en definitiva, acompañen el proceso de diálogo, de tal modo que buscando la reconciliación entre las partes, terminen consolidando a la dictadura.

Es lo mismo que ha hecho Al Assad en Siria, manipulando a los ingenuos invitados que han ofrecido sus buenos oficios.  

Primero fue Kofi Annan, con su plan de seis puntos en febrero del 2012.  Después fue Lajdar Brahimi con un plan muy parecido. Al día de hoy, la situación está absolutamente estancada y las 22 sugerencias que acaba de proponer la oposición solo le servirán al dictador para prolongar aún más la cuestión y perpetuarse en el poder a pesar de las 50 mil víctimas civiles que ya lleva en la cuenta.

En pocas palabras, mientras los cancilleres Holguín, Figueiredo y Patiño alaban la disposición de Maduro para encontrarle una solución pacífica al conflicto, él permanecerá felizmente en el poder oprobiando, denostando y victimizando, o sea, siguiendo los pasos de su mentor de Damasco.