Vicente Torrijos R. | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Julio de 2015

PLANETARIO

1787 - 1589

EL  pasado 25 de mayo, el régimen de Maduro expidió el Decreto 1787 en el que rediseñaba el mapa estratégico venezolano creando una serie de “zonas y áreas de defensa integral”.

Ese rediseño arbitrario y pendenciero afecta directamente la integridad de los vecinos con los que Miraflores mantiene controversias limítrofes de singular importancia: Guyana y Colombia. 

El gobierno de Guyana entendió automáticamente los delicados efectos de semejante delirio y tomó cartas en el asunto advirtiendo que no toleraría ninguna acción unilateral. En contraste, el gobierno Santos permaneció en curiosísimo silencio durante casi un mes, hasta que la avalancha informativa de uno y otro lado del Caribe lo obligó a levantar la mano pero con la tradicional timidez y recato frente a los rugidos de Caracas.

Completamente subordinado a las compulsiones de Maduro y a su apoyo a las Farc para mantener las negociaciones de La Habana, Santos siempre ha tratado de evadir la realidad y se enconcha cada vez que el chavismo afecta los intereses nacionales.

Con astenia preocupante, la Cancillería lo ha intentado todo para congeniar con la dictadura: intermediación para promover un diálogo con los opositores que, de hecho, tan solo le ha servido a la camarilla como oxígeno; acuerdos burlados con cinismo proverbial, y notas de protesta que se rompen a carcajada limpia tan pronto como se reciben.

De hecho, el Decreto 1787, y también el que simplemente lo retoca, el 1859, son tan solo la última manifestación de hostilidad de un gobierno totalitario que, como todo gobierno de ese corte es, por naturaleza, proclive a la intimidación y la amenaza, al punto de insertar al candoroso Ejecutivo colombiano en el eje Madrid-Miami-Bogotá destinado a derrocarlo. 

En consecuencia, al crear esas zonas y áreas de defensa, el régimen chavista no solo está definiendo su concepto estratégico sino que está generando una especie de clima prebélico, rompiendo cualquier tipo de medida de confianza mutua y amenazando con el uso de la fuerza, aunque contemple la posibilidad de entrar en posteriores negociaciones de límites.

No en vano, los decretos se basan en la idea mítica de “consolidar un sistema defensivo territorial capaz de dirigir al país en tiempos de guerra desde tiempo de paz” glorificando la violencia contra los enemigos internos y los del vecindario, como Colombia, ¡que lo siguen siendo!