Mojito amargo
Mucha gente sigue pensando que Cuba es un modelo de democracia. Inspirados en el marxismo espirituoso de los años 70, siguen creyendo hoy día que la familia Castro reinventó la democracia y que el heroico pueblo cubano vive en el paraíso político.
Y aunque sean los propios cubanos quienes les digan que no, que el modelo no funciona, la inspiración que sienten, la idealización en que viven y las aporías de que se valen pesan más que la realidad misma.
Realidad que quedó completamente desnudada hace un año cuando tuvo lugar el VI Congreso del PCC, ahora recontextualizado por la Primera Conferencia Nacional del Partido, un mecanismo excepcional del que han tenido que valerse los comunistas para que el desastre no los arrastre por inercia, para que por lo menos persista la sensación de que son conscientes del engendro que han creado.
Empezando, claro, por el comandante suplente Raúl Castro, que en una experiencia mística tuvo la revelación de que no es sano que los altos dirigentes del Estado permanezcan en el poder más allá de los diez años.
Se olvida en todo caso el comandante que la cúpula del Partido, nombrada por el propio Congreso del año pasado, está compuesta por 15 venerables, 12 de ellos mayores de 65 años, quienes han permanecido en el poder no por dos décadas o tres, ¡sino por cuarenta o cincuenta años!
El mismísimo Raúl Castro ha sido ministro de las Fuerzas Armadas durante todo ese tiempo y otro iluminado, el general Abelardo Colomé, ya lleva en el cargo de ministro del Interior la friolera de 22 años.
Descarado por naturaleza, y por su profesión de dictador, Castro ha dicho que es urgente reformar la Constitución en este punto, pero a renglón seguido les espeta a sus románticos fans del hemisferio que “no se hagan tantas ilusiones” porque él, mejor que nadie, sabe cuánto cuesta erigir una dictadura y cuán fácil es que se derrumbe.
Ilusiones como que Partido y Gobierno no pueden ser la misma cosa, que la burocracia y la corrupción no deben seguir carcomiendo el sistema, que el sistema económico heredado de la Unión Soviética definitivamente no funciona, que la discriminación racial, religiosa y sexual ha sido un práctica condenable, que los homosexuales ya no deben ser marginados y que tal vez sea necesario ampliar el comercio, ahora limitado a la compraventa de carros y de casas. (¿Cuáles carros, cuáles casas?).