VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Septiembre de 2012

¿Dejar las armas?

 

El presidente Santos ha pedido paciencia para soportar los embates del terrorismo durante la negociación que ahora comienza porque en cuestión de meses, y no años, las Farc tendrán que dejar las armas.

Es cierto que en el mundo ha habido conflictos que se han negociado a partir de un cese bilateral del fuego, otros se han dado con cese unilateral y muchos han tenido que negociarse sin siquiera contemplar esta figura.

Pero en la práctica, Santos ha resuelto repetir el esquema con que empezaron a dialogar los gobiernos de Betancur y de Pastrana.

O sea, independientemente de lo que haya sucedido en otros contextos geoculturales, la lógica del diálogo con las Farc en el caso colombiano ha sido siempre la misma: concederles estatus político y privilegios, aceptando que, al mismo tiempo, ellas consoliden sus posiciones intimidando a la población y condicionando las agendas mediante el sabotaje y el terrorismo.

Ungido como refundador del Estado, el grupo terrorista legitima el uso de la fuerza porque su condición de interlocutor político lo ampara, de tal modo que sus acciones armadas tienen que ser toleradas (“pacientemente”) pues el fin que se persigue (“la paz”) es superior a sus fechorías.

Conscientes de semejante tolerancia implícita, toda agrupación terrorista se plantea, por tanto, un interrogante clave: ¿cuál es el punto de equilibrio en el uso de la fuerza de tal modo que la violencia sea suficientemente útil para lograr los objetivos sin que por ello se rompa la negociación emprendida?

Para decirlo de otro modo, la principal preocupación de las Farc en todo este proceso será cómo dosificar la fuerza, primero, para que el proselitismo armado les permita controlar a la población civil en diferentes regiones y, segundo, para que el Gobierno acepte rápidamente sus demandas a cambio de un respiro.

En resumen, las Farc usarán la violencia para llevar el diálogo al límite, sin romperlo, conscientes como son de que una negociación como ésta depende más de la percepción, la presión y el clima de opinión pública que de los contenidos formales discutidos en la mesa.

En cualquier caso, los terroristas saben que toda paciencia se agota, pero también saben que en la Fase 2 del proceso y, sobre todo, en la Fase 3, la paciencia de Santos irá ampliándose cada vez más para no tirar por la borda lo que tanto esfuerzo habrá costado y para no poner en peligro su propia reelección.