VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 25 de Septiembre de 2012

THP

 

A pocos días de la elección presidencial en Venezuela el presidente candidato berrea en la plaza pública, canta a grito herido, se imagina en medio de una guerra civil (en el impensable caso de que pierda la contienda), rapea, baila y convierte su figura en objeto de culto con múltiples y sugestivas transformaciones simbólicas.

Para decirlo en otros términos, pareciera que Chávez hubiese desbordado el marco de su reconocido hiperpopulismo autoritario para reflejar lo que llamaríamos un severo Trastorno Histriónico Político ( THP ), un modelo de liderazgo que, por analogía, podría estar emparentado con aquello que los psiquiatras denominan Desorden Histriónico de la Personalidad.

En efecto, el Jefe de Estado exhibe a todo paso una emotividad desmedida y una irrefrenable búsqueda de atención que lo llevan a aferrarse al poder a toda costa, a asociar el futuro de la nación entera a su destino personal y, por ende, a descalificar a sus adversarios con múltiples prácticas vejatorias e indignantes.

A diferencia de la conducta de Henrique Capriles que, consecuente con su propia ideología, despliega un comportamiento respetuoso, sensato y ponderado, el caudillo basa su conducta política en el egocentrismo, en la frenética necesidad de aprobación y en el enfado, traducido en persecución, cuando los demás no le secundan reverencialmente en el macroproyecto de dominación y control.

Extremista que solo puede ver la realidad en blanco y negro, Chávez se concibe a sí mismo como un impulsivo seductor que no tolera frustración alguna, que debe teatralizarlo todo, dramatizarlo, convirtiendo a Venezuela en un gran campo de batalla entre la subjetiva verdad revolucionaria que él encarna y la 'farsa histórica de la burguesía decadente'.

Culpando siempre a los demás de sus evidentes fracasos, hace del exceso una virtud; del despilfarro, generosidad, y de la reelección una obsesión superior a cualquier evidencia empírica en las urnas.

Así que en semejante coreografía épica, el vencedor del 7 de octubre no podría ser otro que el héroe glorificado, aquel que tras haber superado todas las pruebas de la Providencia (incluida la metáfora de la resurrección tras el cáncer) conduce a su pueblo hacia la meta señalada: la consolidación revolucionaria y la liberación nacional, liberando de paso a la hermana República de Colombia mediante una ingeniosa negociación protagonizada por las Farc.