VÍCTOR CORCOBA HERRERO | El Nuevo Siglo
Jueves, 7 de Junio de 2012

Nuestro futuro por mar y aire

 

Démonos una oportunidad. La ONU nos invita a reflexionar sobre el medio ambiente (el 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente) y sobre nuestros mares (el 8 de junio es el Día Mundial de los Océanos). Los pulmones del mar y del aire cada día están más contaminados, por nuestra manera de vivir, por nuestra pautas de consumo despilfarradoras e irresponsables. Por ello, es preciso tomar conciencia de nuestra relación con el hábitat y ver la manera de rectificar costumbres y de ratificar convenios internacionales para la mejora de la vida humana.

La cuestión no es de darnos baños de economía verde, que bien pudieran ser azul o transparente, el tema es de entender lo que nos estamos jugando con nuestro comportamiento alocado e imprudente.

Los riesgos ambientales, por mar y aire, se producen y reproducen a una velocidad de vértigo. Dicho lo cual, lo que menos parece importarnos es el daño ecológico que estamos causando a las generaciones que nos sucedan. A pesar de que este año se cumplen los cuarenta años de reflexión del Día Mundial del Medio Ambiente y el veinte aniversario del Día Mundial de los Océanos, tenemos que reconocer que dichas celebraciones han servido para bien poco.

Se pide a la ciudadanía de todo el mundo un consumo sostenible y, los líderes mundiales, obran de manera contraria a lo que predican. Nadie detiene la descarga de sustancias tóxicas que exceden la capacidad del aire o del mar para convertirlos en inocuos. Los Estados tampoco se ponen de acuerdo para fijar la eliminación y destrucción total de armas nucleares.

Hay que ir más allá del ecologismo de palabra y concretar acciones. No se pueden seguir degradando tierras y bosques, quedar pasivos ante la pérdida de hábitat y de biodiversidad, mostrar indiferencia ante un objeto que expulsa humo sin cesar.

Igual sucede con la contaminación marina. Se modifican cauces de ríos, se altera el flujo del agua, para levantar rascacielos. En las zonas costeras se ha permitido todo tipo de comercio especulativo sin importar para nada la destrucción marina. A este universo de despropósitos, habría que sumar el agotamiento de los recursos pesqueros. En suma; la actividad delictiva, originada tanto en mar como en aire es tremenda, merece algo más que meras reflexiones.

Por mar y aire, nuestro futuro queda en entredicho. Ya está bien de vivir en la duda permanente. La no contaminación del mar y del aire, evidentemente es un deber individual y colectivo, pero la comunidad internacional debería ser más contundente con sus denuncias. ¿Hay que generar un cambio, pero quién lo genera? Hay cosas que dependen de cada uno de nosotros, y otras no. Pues empecemos por las primeras, las que nosotros podemos cambiar, y quizás, después, surjan líderes para propiciar esa mutación.

Sin duda, es tiempo de unirse para dar vida a unos recursos naturales que deben preservarse más allá de las buenas intenciones. Ningún Estado o institución internacional debe permanecer indiferente ante la justa lucha de los pueblos que se levantan contra todo tipo de contaminación. El dicho de que quien contamine más, que pague más, ha de hacerse efectivo para que pueda repararse el daño. La situación actual es peligrosa por su variedad de contaminantes. En cualquier caso, lo peor que nos puede ocurrir es quedarnos sentados, sin hacer nada, a ver lo que pasa.

corcoba@telefonica.net

*Escritor