VÍCTOR CORCOBA HERRERO* | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Mayo de 2014

Deberes por hacer

 

Tenemos  muchos deberes por hacer mientras danzamos por los espacios del camino.  Para empezar son inaceptables tantas pérdidas de vidas. Las muertes de migrantes en el mar o en la tierra son de crueldad tremenda. La migración que debería ser una ventana a la esperanza se convierte en una travesía a los infiernos. Para ellos, los derechos humanos no existen nada más que en el papel.  Sabemos que la cifra de desplazados en el mundo superó los 33,3 millones de personas el año pasado, según datos recientes de la Agencia de la ONU para los Refugiados, lo que representa un incremento de 4,5  millones respecto del año anterior. Desde luego, la movilidad humana es algo innato con la especie, de ahí la importancia de aceptar lo que es un hecho inevitable y, en consecuencia, haríamos bien en hacer del planeta un verdadero hogar global para todos. Otra de las obligaciones pendientes en este majestuoso orbe, donde todo parece efímero y no lo es, sobre todo si lo viéramos en su conjunto como especie, parte de una necesidad de abordar la violencia por razones de género en las instituciones educativas, priorizando una educación inclusiva,  sustentada en el respeto a la diversidad cultural.

Está también el problema del deterioro ambiental. Continúa la pérdida de biodiversidad. La desertificación avanza a pasos agigantados cobrándose cada vez más tierras fértiles, en tanto que la contaminación del aire, el agua y los mares, sigue privando a millones de seres humanos de una vida digna. Somos una generación de irresponsables. Ahora sabemos que la mina accidentada en Turquía empleaba a menores y, además, exigía extenuantes jornadas de trabajo. Pura esclavitud. Las consecuencias de este trágico incidente han de tener repercusiones en sus dirigentes. Pienso que ha llegado el momento de tomar conciencia de estas situaciones y de dar solución a tantos compromisos quebrantados. Siempre resulta saludable recapacitar, hacer una pausa sobre el acoso de la mundanidad, meditar sobre tantos desórdenes, reflexionar cuando menos para poder despertar y levantarse. Dicho lo cual, se me ocurre evocar el mensaje de Buda, ya que estamos en el mes de mayo, celebrado hace apenas unos días: el Vesak (13 de mayo), uno de los momentos más sagrados para millones de budistas de todo el mundo. Un tiempo esencialmente propicio para abrir el corazón y abrazarse a todos los miembros de la familia humana, fundamentalmente a los más necesitados.

Esto significa que debemos construir nuestra misma existencia sobre la roca del amor; porque realmente es ese AMOR (con mayúsculas) la única cima que puede darnos seguridad y aliento para ir adelante en la vida.

corcoba@telefonica.net

*Escritor