Victor G. Ricardo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 21 de Octubre de 2015

LA DESIGUALDAD

El posconflicto

Mucho se habla del posconflicto cuando se dice que ya pronto habrá un acuerdo  del conflicto armado en La Habana. Se pregunta la gente qué pasará y a qué se dedicarán los guerrilleros. Qué transformaciones vendrán en nuestras Fuerzas Armadas. Qué medidas se tomarán en el tema de la seguridad. Pero poco se escucha sobre qué pasará con las zonas del conflicto. La violencia y el conflicto armado afectan en general a todo un país, pero  sus consecuencias son más graves en ciertas zonas, afectando principalmente a un sector diferenciado de la población, en donde se interrelacionan los factores objetivos del conflicto, asociados a la desigualdad económica, la ausencia de oportunidades reales de progreso para amplios sectores de la población y la desigual provisión territorial de capital humano y social, con los factores subjetivos que están directamente asociados con la baja cohesión social, la menguada legitimidad institucional, la pobre gobernabilidad que tienen las autoridades constituidas y muchas veces la ausencia del Estado en todas sus formas. Igualmente son zonas caracterizadas por la dependencia de una porción significativa de la población en los cultivos ilícitos para derivar su sustento mínimo y como dije la ausencia del Estado, lo cual ha debilitado la cohesión social, desmejorando la calidad de vida de la población, afectando la infraestructura física e impidiendo la generación de un mayor desarrollo económico y humano, deteriorando significativamente la acumulación de capital natural, físico, humano y social.

En estas circunstancias la acción del Gobierno no solamente debe enfocarse al alistamiento de sus instituciones militares para el posconflicto sino que tiene que dirigirse a mejorar la situación económica, social y ambiental de las zonas de conflicto y sus áreas aledañas o vecinas a esta población mediante acciones e inversiones dirigidas. Porque más que desarrollar programas de emergencia y reconstrucción en respuesta a dichas circunstancias, la consecución  de una paz verdadera y duradera en el país, está estrechamente ligada a la puesta en marcha de acciones que desde el punto de vista social y económico son necesarias, no solo para contrarrestar los factores que determinaron la dinámica del conflicto en estas áreas, sino también para prevenir y neutralizar su expansión hacia otras zonas y posiblemente con otros nombres de movimientos en armas.

Por todo esto se requiere urgentemente poner en marcha acciones especiales encaminadas a disminuir la violencia, mejorar las condiciones de vida y ofrecer alternativas de desarrollo rentables a largo plazo y complementarias a las inversiones propuestas en los planes de gobierno. Mientras no integremos las dos Colombias que hoy tenemos no podremos vivir el sueño integral de la paz y el desarrollo armónico y en equidad de nuestra Nación.