Puede ser activa o pasiva. La primera tiene golpes, empujones, gritos, humillaciones y en general malos tratos que pueden terminar en las urgencias de un hospital o en la morgue. En la segunda, la violencia es pasiva y soterrada, una presión psicológica en donde puede haber manipulación, exceso de control, acompañada de violencia económica que se presenta cuando una de las dos partes (por lo general los hombres) se siente por encima de sus parejas por hacer el aporte económico, sin valorar la contribución en especie que hacen las mujeres por el cuidado y mantenimiento del hogar.
En Bogotá cada media hora una mujer denuncia ser víctima de maltrato intrafamiliar. Eso significa que a diario son 69 casos de aquellas que se atreven a denunciar.
La violencia la sufren principalmente las mujeres y los niños. Pero tenemos que entender que esa violencia fue aprendida en los respectivos hogares del pasado de quienes cometen las agresiones en el presente. Eso no los exonera de la barbaridad, pero sí explica dónde radica el origen del conflicto. Me preocupa sobre manera que si bien hay muchas mujeres que logran denunciar, hay muchas que callan por miedo a quedarse sin una pareja, sin un apoyo económico o a enfrentar la soledad. Sin embargo, hay una población que está aún más desprotegida y son los niños que a merced de sus mamás y papás sufren maltratos físicos y emocionales sin que nadie haga nada para parar ese atropello.
Cuando los niños reciben golpes de manera sistemática en su infancia, crecen creyendo que esa es la forma de solucionar conflictos en las relaciones interpersonales. Las cifras nos demuestran que hay un problema en la sociedad y eso implica una acción que sobre todo re-eduque a los adultos. Esta semana me llegó al correo un mensaje de un señor que ofendido me decía que dejara de decirle a la gente que no le pegue a los niños. Me envió un pasaje de la Biblia en el que se dice palabras más, palabras menos que hay que corregir con “vara al muchacho” y me recomendaba no perder votos defendiendo la idea de una educación sin golpes.
La naturalización del maltrato ha sobrepasado los límites de la razón y las estadísticas en lugar de disminuir, aumentan.
Las mamás de las comunidades más vulnerables de la cuidad deben ser intervenidas de inmediato con programas de entrenamiento en crianza afectiva, segura y respetuosa. Las localidades de Kennedy, Ciudad Bolívar y San Cristóbal en los barrios Ciudad Kennedy Sur, el Recuerdo Sur y Vitelma E4 respectivamente, han sido identificadas por la Policía de Infancia como los lugares con más violencia intrafamiliar en Bogotá. La intervención por supuesto no es con afiches y unos cuantos payasos un domingo en la tarde. Es con programas a mediano plazo, con rigurosidad en técnicas de auto-regulación de las emociones, herramientas de educación y resolución de conflictos.
Si queremos convivencia ciudadana necesitamos convivencia en los hogares, pero toca invertir presupuesto público para enseñarla con todo el soporte y el rigor de los estudios científicos que hace ya varias décadas viene diciendo que los golpes y las varillas de la época del Abraham de la Biblia, están mandados a recoger.