Evo Morales comenzó su primer mandato por elección popular con la fuerza que le daba su procedencia étnica en un país de población indigena en su mayoría; significaba políticamente la gran reivindicación social, al llegar al poder una persona de clara raigambre y procedencia popular. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzó a observarse su tendencia hacia el socialismo trasnochado que inspira los regímenes venezolanos, nicaragüense y cubano de nuestro vecindario, acercándose a sus cabecillas en sus políticas de relaciones exteriores, dando además, muestras de no querer desprenderse del poder.
Agotada la posibilidad constitucional de optar por una nueva reelección acudió a un referéndum para que se le autorizara otro periodo, pero le fue negado en las urnas. La ambición mesiánica que corroe las democracias se hizo evidente cuando procuró un pronunciamiento judicial arreglado, tendiente a perpetrarlo en el poder, alegando que la reelección es un derecho fundamental, así la Constitución diga lo contrario.
Por supuesto que el mismo pueblo que lo eligió inicialmente se dio cuenta de su atropello democrático y no lo acompañó con el voto el pasado mes de octubre. Todo indicaba que los votos logrados por Evo Morales no eran suficientes y sería necesaria una segunda vuelta electoral con su principal opositor Carlos Mesa. Pero de forma abrupta, el Tribunal Electoral ordenó un reconteo “exprés” que desconcertantemente varió los resultados, dándolo como elegido sin necesidad de segunda vuelta y a cuya cuenta tiene hoy procesada y detenida a su Presidenta. Esta situación provocó que perdiera el respaldo de las fuerzas armadas y que su comandante, el general Williams Kliman, le recomendara abandonar el poder. Huye entonces de su país, buscando asilo a la ciudad de México, para escapar de un seguro proceso judicial por delitos comunes electorales en su nación. Ningún golpe de Estado.
La historia recordará a Morales como un mandatario que fue superior en su ambición al mejor estar de su pueblo; que puso en cintura la democracia y que, por encima del bien común colocó la codicia y sus apetitos personales. Es la muestra palpable de la dilapidación de una fortuna social y política que la vida le concedió, en aras de mantenerse el poder. El mismo Evo degradó su paso hacia la historia, dejando su pueblo sumido en un caos.
Cuando el General Charles De Gaulle visitó a Colombia en 1964, en la cena que se le ofreció en el salón Bolívar del palacio de San Carlos, terminó su discurso con un “Vive la Bolivie” y provocó que nuestro Presidente de entonces, Guillermo León Valencia, le respondiera el discurso cerrando con un “Viva España”. Hoy, recobra actualidad su expresión, pues hay que aplaudir al pueblo de Bolivia pues ha logrado sacudirse de un régimen que venía desde el año 2006 y que pretendía perpetuarse en el poder.