Volmar Pérez Ortíz | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Abril de 2016

YA VIENE EL FESTIVAL

Vallenato y realismo mágico

 

GARCÍA Márquez afirmaba que Cien años de Soledad no era más que un vallenato de 400 páginas. Esa frase sentenciosa es para interpretarla en su justa dimensión. Recordemos que los primeros juglares del vallenato iban de pueblo en pueblo contando historias, a través de sus canciones, sobre hechos y episodios picarescos que, de otra manera, no se hubieran conocido porque la televisión no existía, la radio no penetraba y los periódicos solo llegaban a las grandes ciudades.

 

Gabo nutrió su imaginación con las crónicas de las historias míticas de los aconteceres de los pueblos del Magdalena Grande, en su primera etapa, que luego convirtió en relatos que fueron la fuente de inspiración del mundo mágico que logró construir en el universo de la literatura y que lo llevaron al pedestal del premio Nobel.

 

 Al profundizar en los antecedentes de las canciones del vallenato clásico encontramos elementos que son muy propios de la tendencia literaria que se ha conocido como realismo mágico en donde la realidad se transmuta en mitos, en hipérboles, en leyendas y en cuyo escenario no resulta fácil deslindar la imaginación de la realidad.

 

Canciones como La muerte de Abel Antonio, son ilustrativas de ese mundo mágico. Ocurrió que en Piedras de Moler alguien llegó con la noticia de que lo habían asesinado a balazos en El Banco. Entonces los padres iniciaron de inmediato las nueve noches de velorio. En la quinta noche, al llegar desprendidamente al pueblo, Villa se encontró con la noticia de su propia muerte y su propio funeral. El velorio terminó en fiesta.

 

MacCausland , citando a Villa, nos trae una síntesis temática de relatos como el del duelo de acordeón de Francisco Moscote con el demonio en Macho Bayo; o del recién casado que le suplicó a Emilianito Zuleta que le prestara una colaboración con la virginidad de su mujer; o del día de la virgen en que Lorenzo Morales salió temprano de Urumita huyéndole a una lluvia de versos ofensivos en su contra; o de la riña que protagonizó Juancho Polo Valencia en El Retén contra un negro que terminó arrancándole de un mordisco un pedazo de oreja;  o de la abuela iracunda que clamaba justicia contra el chofer que se llevó a su nieta; o del juglar triste que le dedicó una canción al número del vehículo -039- en que se fue su amada; o del día en que el músico Pacho Rada, casi con cien años de edad, se casó con la mujer que le fue señalado por su esposa en su lecho de muerte; o de un invidente prodigioso, llamado Leandro Díaz, que, sin necesidad de ver, fue capaz de describir la belleza de una mujer.

 

Y el antecedente de Alicia adorada. Como Valencia recorría la región tocando y cantando, Alicia Cantillo quedó sola y embarazada, enfermó y murió; Juancho Polo llegó a los tres días del funeral. O La Casa en el aire de Rafael Escalona y sus numerosos cantos llenos de singulares historias. Todo es realismo mágico.