De un tiempo para acá son muchas las personas que se preguntan quiénes son los poseedores de la verdad, a quién hay que creerle o quiénes son los fabricantes de una realidad que pueda ser reconocida por uno de los bandos en que se divide la opinión pública.
Hasta hace un tiempo había acusadores y acusados, culpables e inocentes, buenos y malos. Se hablaba y se creía. Se investigaba y, con base en ello, se acusaba, condenaba, indultaba o absolvía.
Hace cuatro años, tras ardua lucha por alcanzar promesas y propósitos que nos dieran un baño de reconciliación, perdón y tranquilidad, se firmó un acuerdo que alejó a muchos de las armas, de los bienes usurpados y de la interminable guerra de los 60 años.
Eran millares de frases llenas de esperanza, que se rubricaron en Cartagena y el Teatro Colón.
Los promotores del conflicto montaron en cólera desde el inicio de las primeras conversaciones en La Habana, y hasta crearon empresas para evitar una tregua. Muchos temían, y siguen temerosos, por las soluciones que trae la paz. Bandoleros, paramilitares, guerrilleros, usurpadores y malhechores no admiten que las cosas vuelvan a sus cauces normales. Los aterra que se vacíen sus bolsillos y que fértiles fincas regresen a los titulares de antaño. Por todo eso troquelaron la palabra trizas, para reducir el proceso de paz.
El Gobierno, a cuenta gotas, ha aportado los implementos que requiere este elogiado compromiso, tan exaltado por un mundo que vive sediento de paz y reconciliación. Ese que hizo merecedor del Premio Nobel de Paz a un colombiano. El que hoy mantiene a más de 13 mil personas dedicadas a la producción.
Aún subsisten inconformes, de lado y lado -como ocurre en todos los procesos de paz del mundo- que siguen fuera de la ley, angustiando a los reinsertados o dedicados a asesinar líderes.
De ahí que sea necesario mantener un organismo tan valioso y necesario como la JEP, a donde deben llegar los que estuvieron en el conflicto. Es una jurisdicción a la que hay que creerle, al igual que a quienes confiesan sus crímenes, incluidos los de las motosierras, que “saben mucho de muchos, que tienen mucho poder”.
Si las Farc o los paramilitares dicen que cometieron crímenes hay que creerles. En ello estuvieron y actuaron. Buscar, por odio o venganza, otros culpables es avieso e indigno.
El Presidente Duque dice con arrogancia: “yo mando aquí”, para alejar de la JEP a los paras, a quienes notifica que “mientras sea presidente de Colombia” no les permitirá ir a ese tribunal. Al mismo tiempo califica la “verdad de los exfarc, de amañada.
Nadie discute al Presidente su mandato. Pero hay serias dudas sobre su apoyo a la paz firmada y blindada.
BLANCO: Los medios de comunicación son uno: prensa, radio, tv y redes. Pero el alivio del Gobierno no contempla estos últimos.
NEGRO: Se nos fue Iván Parra, “Parrita”, gran señor, gran amigo.